Cuando un ministro tiene demasiado tiempo libre, por ser titular de un ministerio sin competencias, entra en pánico por su escasa relevancia mediática y es entonces cuando Garzón se viene arriba y la lía con los chuletones, los juguetes o el desprestigio de nuestros productos a nivel internacional. Cualquier ministro de cualquier gobierno que hiciera esto último sería cesado por el presidente de cualquier gobierno serio salvo el de España. Garzón es ministro de cuota, ni lo nombró Sánchez ni lo puede cesar por eso de que el gobierno de Pedro Sánchez es un gobierno Frankenstein, que diría el socialista Rubalcaba, y en este tipo de gobiernos el presidente no manda. El gran error de Garzón ha sido denunciar el supuesto maltrato animal y la contaminación de algunas granjas porque, de ser cierto, qué narices hace un ministro de consumo que no las cierra de inmediato en lugar de refugiarse en la prensa internacional para desacreditar nuestros productos. La industria cárnica en España ocupa a más de 500.000 personas, exporta a 135 países y genera unos 8.500 millones de euros con una incidencia no menor en nuestro PIB. Con estos datos es sencillo calcular el daño que el susodicho está haciendo, con sus declaraciones, a nuestro país. Ha conseguido, eso sí, una cosa poco frecuente en la España de Sánchez: poner de acuerdo a casi todos; asociaciones profesionales como UPA o ANAFRIC, a políticos de todos los colores como Mañueco, Lamban, Page o Bonilla y también a la parte del gobierno del PSOE, a todos menos a los medios de izquierda que, a pesar de lo que dice la portavoz del gobierno desacreditando al ministro, ellos, como muy cafeteros que son, intentan lavar la cara de Garzón contra todo y contra todos. Y es que el gobierno, que debe pensar que somos idiotas, ha dicho que Garzón hablaba a título “personal” cuando atacó los intereses de España. Es decir, que el ministro no hablaba como ministro cuando disparató en la prensa británica. Así pues, habrá que pensar que uno puede ser ministro si lo pillan robando un bolso porque, cuando lo robó, lo hizo a nivel personal y no como ministro. Miren ustedes, si mañana un ministro de Alemania dijera que sus productos no ofrecen garantías sanitarias yo no compraría ningún producto alimenticio procedente de ese país, así de sencillo. Garzón quiere estar en misa, milagro de Yolanda en su visita papal, y repicando las campanas, no es posible. Estar en el gobierno y hacer oposición al mismo gobierno solo lo consiente Pedro Sánchez o Groucho Marx en el camarote de sus hermanos. El problema real es que Garzón está más que amortizado y no solo para Sánchez, también para Yolanda y, por supuesto para Izquierda Unida y el Partido Comunista, nadie cuenta con él ni ahora ni mucho menos para el futuro, lo sabe y ya no sabe que hacer para ganar protagonismo. Por eso sin miedo y con nada qué perder, está dispuesto a atacar los intereses de España donde haga falta, es la única manera de llenar un dossier de prensa para enseñar a sus nietos que alguna vez fue ministro. De momento solo tiene el álbum de su boda, esa en la que sirvió 275 solomillos españoles a sus distinguidos invitados. Que Dios nos coja confesados…