Pocos días después de la marcha del Rey Juan Carlos, Alfonso Guerra reivindicó su figura de forma contundente: “Este rey no puede pasar a la historia en las páginas de sucesos. Son reprobables los presuntos delitos cometidos, pero eso lo tienen que decir los jueces y no se puede hacer una cacería del monarca y de la misma monarquía”. Era el 19 de agosto de 2020 y la justicia, después de largas y minuciosas investigaciones, ratificó que hoy no hay acusación alguna contra él.
Pero el Rey emérito se ha convertido en la diana a la que disparan permanentemente los políticos nacionalistas, los independentistas y los socios del Gobierno -con el silencio del presidente- que quieren derribar la Monarquía Parlamentaria. A esta izquierda le aconseja Guerra que, “deje de autoengañarse con la II República”.
Estos y otros cargos públicos, el Gobierno, medios y tertulianos le piden explicaciones que no reclaman a los cerebros de los Ere de Andalucía, al clan Pujol, a los herederos de Eta… El mismo Gobierno, el menos transparente y experto en desviar la atención, tampoco da explicaciones sobre decisiones (Sahara, CNI, los indultos) que afectan al presente y futuro del país.
“Cuando se ataca al Rey se está atacando a la Constitución y al sistema”, decía Alfonso Guerra. Se ataca a quien impulsó el tránsito de la dictadura a la democracia que dio a España la etapa más larga de estabilidad política, prosperidad económica y reconocimiento internacional, que en su largo reinado siguió prestado servicios a España.
Es verdad que su conducta personal fue impropia de su rango. “El mayor error fue considerar que sus virtudes públicas prevalecerían sobre sus vicios privados”, dice el profesor Juan Francisco Fuentes. Después de la cacería de Botswana vino el destape de sus irregularidades, la abdicación y su salida de España impuesta por una insoportable presión política y mediática.
Ese destierro fue un error, un castigo desproporcionado, y su persecución es impropia de un país democrático, harto de políticos desestabilizadores con fijación permanente en este servidor del Estado que tiene una hoja de servicios con más aciertos que errores. Otros responsables públicos, como los corruptos, se pasean por España sin ser perseguidos
Dos notas a pie de página. Una: la Monarquía solo es problema para el 0,5% de los españoles, según el CIS. Dos: El recibimiento en la perla de las Ría de Pontevedra, “el gran bochorno en Sanxenxo” según Carmen Calvo, deja en ridículo la minúscula manifestación en su contra.
Ese afecto y cariño que recibió el Rey emérito ya lo quisieran para sí los políticos del Congreso, del Senado, autonómicos o municipales. Muchos serían corridos a gorrazos.