la guerra intestina del Partido Popular, escenificada y transmitida “en modo circo o esperpento”, tendrá un lugar destacado en los manuales de la politología porque no es frecuente ver como los máximos dirigentes destruyen a su partido político con tanta crueldad.
No se me ocurre nada que añadir a los editoriales de los medios de la derecha, del centro y de la izquierda, ni a los comentaristas de esas tendencias. Todos tienen parte de razón en el análisis de esta crisis que causó destrozos en el partido, indignó a cargos y militantes, defraudó a sus votantes y preocupó a los demócratas al ver roto al primer partido de la oposición que contribuyó a mantener el sistema y es necesario para seguir sosteniendo la democracia.
¿Cómo llegó a esta situación un partido que parecía sólido?. Sin entrar en detalles ya contados, hay que decir que la trayectoria de sus dirigentes corrobora el viejo dicho de O Gaiteiro de Lugo: “Xente nova e leña verde, todo é fume”. Entendiendo por “xente nova” la cúpula directiva que tomó el mando sin experiencia de gestión y sin la capacidad y preparación necesarias para diseñar estrategias y dirigir y coordinar equipos políticos de una organización compleja, como es este partido.
De esa incompetencia derivan decisiones erráticas como prescindir del talento de políticos del equipo de Rajoy; querer destruir a la presidenta de Madrid , su gran activo político, con investigaciones mafiosas que fueron la espoleta que hizo estallar la crisis; hacer oposición para derribar a Sánchez, en lugar de proponer alternativas a sus políticas que degradan la democracia y amenazan la unidad y estabilidad del país; no marcar su territorio con las estrategias de centro derecha y un programa claro; practicar más el “ordeno y mando” que la escucha activa que sabe aprovechar las ideas de los integrantes del partido; y muchos otros errores que en política se pagan caros.
La dirigencia popular dio muestras de lo que Raymond Hull llama “incompetencia pujante”, que es la mejor definición del Principio de Peter. Esto es aplicable también al Gobierno, a muchos de sus colaboradores y a los partidos que le apoyan porque tienen sus votos, pero carecen de principios democráticos y no tienen sentido de Estado, ni lealtad a las instituciones que dan estabilidad al país.
La crisis del PP se cerrará en el Congreso extraordinario que aclamará a Feijoo para que recomponga las piezas del partido rotas y recupere ilusiones y votos perdidos. Ojalá acierte. Millones de españoles de centro derecha necesitan al Partido Popular como alternativa a este Gobierno que depende de nacionalistas radicales e independentistas a los que no les importa llevar a España al abismo.