Muchos de ustedes se preguntarán quien es este hombre, se lo contaré. Soy de los que me gusta mostrar gratitud a todo aquel que me haga la vida más fácil, que me eche una mano cuando estoy en dificultades y lo haga con esa predisposición que tienen las personas generosas, empáticas. Muchas veces he protestado por esa imposición, políticamente correcta, que nos complica la vida. Pienso en las personas mayores y en la gente de mi generación educados analógicamente a los que nos cuesta Dios y ayuda incorporarnos al mundo digital y cuando vamos a una administración o a un banco entramos sudando dispuestos a enfrentarnos a un ordenador o a un cajero automático, sencillamente no sabemos utilizarlo ni para sacar 20 eurillos para un café. Criptocalculadora, APP, clave, código, etc. etc. Yo me pierdo nada más empezar. Personas mayores que, por vergüenza, se dan la vuelta antes de recurrir a un empleado que no siempre pone buena cara cuando le confiesas tú ignorancia. Echan de menos aquellos bancos que te daban un trato humano en los que hablabas y te entendías con personas y no con máquinas, te conocían y te acompañaban y salían del banco encantados con su cartilla actualizada y los pagos al día.
Rama Vecino recuerda a aquellos bancos humanizados, empatiza con los analógicos y les facilita la tarea y lo hace con una sonrisa pedagógica que te anima a aprender un poco de ese mundo del siglo XXI al que siempre llegas tarde. Cuando crees que ya manejas la “criptocalculadora” llegas al banco y ya han cambiado el sistema, ese invento moderno ha muerto y ahora debes darte de alta en una APP, otra vez a empezar a aprender, con el convencimiento de que cuando lo entiendas volverán a cambiar el sistema y así una y otra vez.
Todo banco o servicio al público debería de contar con un Rama Vecino que, además de ser eficiente, es empático y, ya de paso simpático. Me recuerda aquellos tiempos en los que por navidad hasta los guardias municipales recibían regalos que amontonaban a sus pies todas las navidades. Ahora ya no sucede y, aunque nos venden modernidad y progreso, se han perdido valores humanos, se castiga el edadismo y se margina a los mayores. Es director adjunto del Work café, en los Cantones coruñeses donde su directora es también persona amable al estilo de los de antes.
Sirva este reconocimiento merecido para agradecer a todos los sanitarios que saben tratar a los humanos como tales, a los funcionarios que muestran disposición a solucionar problemas y no a creártelos, que también los hay, en definitiva felicito a todas las personas que, desempeñando servicios al público saben entender y escuchar, tienen padres y abuelos a los que, en algún momento algún operario tendrá que atender y que viven en su mundo analógico y para los que el mundo digital ha llegado tarde.
Desconozco si tras esta columna, el amigo Rama será condecorado o despedido porque habrá quien le culpe por “perder” tiempo atendiendo a analógicos. Espero que se sienta reconfortado, en todo caso, porque me consta la inmensa deuda de gratitud que muchos de sus clientes hemos contraído con él y no queremos ni pensar en el día que se jubile o lo trasladen. El mundo necesita a personas como este hombre a quien imagino colorado cuando lea estas letras. Son merecidas. Muchas gracias, amigo Rama.