Antes de que algún reduccionista me tilde de maleducado, les recuerdo que “coño” es una interjección definida por la RAE como una expresión de estados de ánimo especialmente de extrañeza o enfado. Este es el caso. Les supongo informados del lío que nos está estallando en las narices a los europeos allá por Ucrania.
Un lío curioso porque nos compromete a los europeos, pero en la mesa de negociaciones donde se trata el tema no estamos, esta EEUU y Rusia, como antaño cuando el mundo estaba en manos de estas dos potencias y Europa no existía como realidad política. Con inocencia, algunos pensamos que dando forma a la UE tendríamos un peso específico importante en el tablero internacional y seríamos interlocutores válidos en la nueva geopolítica, pues parece que no. Y en este momento histórico confluye además otra circunstancia que no ayuda nada: el perfil de los gobernantes europeos es el más bajo que podamos recordar, en otras palabras, estamos en las peores manos posibles para que se encuentren soluciones a los problemas, falta talento e inteligencia y sobra prepotencia e ignorancia.
El caso de España es paradigmático, una parte del gobierno está a favor de implementar el conflicto y otra parte se posiciona al lado del supuesto enemigo. Si a esto le añadimos que Alemania y Francia no tienen claro el enfoque del problema, podemos decir que la propia Europa también está dividida y no hay una unidad de acción compartida por los socios europeos. Una cosa está clara, la ciudadanía vivimos con perplejidad los acontecimientos que nos van a afectar directamente y, por no saber, no sabemos lo que podemos ganar o perder con este lío bélico que se avecina. Los políticos que nada nos explican hablan de diálogo y mientras vemos las imágenes de carros de combate, aviones de guerra, fragatas y ejércitos que se posicionan en la zona.
Por si fuera poco, EEUU y Gran Bretaña se apresuran a retirar de Ucrania a su personal no esencial de sus embajadas ucranianas y, si tenemos en cuenta lo sucedido en Kabul recientemente, es un mal síntoma para la paz. La sociedad civil empieza a compartir el miedo que supone un conflicto armado a las puertas de casa y observamos con perplejidad como unos cuántos juegan a la guerra a la espalda de sus pueblos.
Cosa inaudita en pleno siglo XXI en el que las democracias parecen consolidadas en nuestra área, pero en la que la Europa de los ciudadanos parece no pintar nada de nada. Todo esto ocurre en plena pandemia y cuando Ómicron parece que presenta nuevas variantes que están por estudiar, pero que en el mundo los muertos se siguen contando por miles. Dicen que este conflicto puede elevar los precios de la energía sustancialmente, ¿más? Desde la humildad profunda, les ruego a los señores mandatarios europeos que revisen sus prioridades y, ya les digo, me temo que no se parecen en nada a las de los ciudadanos. Queremos acabar con la pandemia, queremos trabajar, queremos pagar la luz a precios razonables y queremos dejarles a nuestros hijos un país en paz y prosperidad. Parece claro que las prioridades de gobernantes y gobernados no coinciden, pero si quieren jugar… jueguen al Monopoly ¡coño!