A la lista negra, por favor

Algo de lo que está sucediendo en España me recuerda a la lista negra del oponente de JoHn Waine, hermano de la novia y después mujer de John Waine en “Un hombre tranquilo”, película que también habría ido de cabeza a ella en el día. En ella iba haciendo apuntar a su esbirrillo a todos cuantos se les ocurría oponérsele o tan solo contrariarle. Al final era casi todo el pueblo el que estaba en ella. Aquí viene a ser igual. El sanedrín inquisitorial y su policía mediático-moral andan por redes, viñetas, columnas, libros, tertulias y programas con la oreja envelada, la nariz empinada y la lupa dispuesta para descubrir cualquier atisbo, olor, sabor o sonido que le huela o suene al pecado y virus original y expansivo que ellos suponen reo de fascismo y lanzarse a la denuncia y la caza del hereje con la virulencia que solo el fanatismo absolutista de creerse poseedores de la verdad otorga.


Y así está acaeciendo que el número de “fascistas”, aquí sí que no cabe presunción de inocencia alguna, por metro cuadrado está aumentando a una velocidad vertiginosa y ya ni caben en la habitación ni los otros casi dan abasto a condenarlos al sambenito y la hoguera.


Esto es algo que quizás el Comité Central de la Progrecracía debía hacérselo mirar. El estigma, de tan extensivo y falaz, carece cada vez más de valor alguno y es de nula eficacia en cuanto a influir en el personal, excepto claro a la abducida parroquia, que esa sí está cada vez más fanatizada. Tan a peor que basta el señalamiento para que se lancen como si no hubiera un mañana contra quienes, en muchos casos, eran personas y personajes a quienes habían escuchado, leído, seguido y hasta admirado como referentes éticos e intelectuales hasta ayer mismo. Han caído en el Lado Oscuro de la Fuerza y han de ser exterminados o como poco excluidos y arrojados a las tinieblas exteriores. Esto hace que en casos cada vez más crecientes el reo haya sido y siga siendo señalado igualmente como apestado por el otro y extremo costado, pues ya se sabe que en tales predios hay que comulgar con las ruedas al 100 por 100 y basta con un ápice de discrepancia para ser purgado y considerado un repulsivo traidor a la causa. O a las dos.


Dos ejemplos recientes entiendo que pueden ilustrar lo anterior, amén de esa obscenidad protagonizada ante unos micrófonos, de Iglesias y Calvo “apartando” y “marcando” con el hierro partidario a “sus” tertulianos. Son los casos de El Roto y Fernando Savater. Sobre ambos se ha desatado una campaña para que les quiten viñeta y la columna en el medio en que llevan toda la vida.

A la lista negra, por favor

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