Manual del Buen Corrupto

El primer principio del Manual del Buen Corrupto es la petición que el subordinado hace a su jefe: “No te pido que me des, te pido que me pongas allí donde se reparte el dinero” y ya se encargará él de que ese reparto sea equitativo de acuerdo con la máxima el que parte y reparte se queda con la mejor parte.  


Cabe pensar que el señor Ábalos no formuló esta petición expresa pero su líder en pago a la ayuda prestada para alcanzar el gobierno, le dio poder en el partido y le entregó el ministerio de Fomento, que es donde hay más dinero. Allí hizo y dejó hacer a los subordinados que se convirtieron en lo que don Dimas Camándula describe en “El arte de robar” como “ladrones que roban con impunidad para esquilmar a un prójimo (persona física o institución) valiéndose de la astucia y de todas las malas artes”.


El presidente del Gobierno admite que es una “situación grave y atajable” y la   circunscribe a “un caso concreto”. Pero lo que se sabe hasta ahora por el sumario supera con mucho “un caso concreto”, es un caso repugnante de corrupción con muchas ramificaciones muy cualificadas. Algunas actividades y derivaciones avergüenzan a los ciudadanos y deberían acarrear ceses fulminantes de todos los altos cargos implicados en tres ministerios y dos comunidades,


El presidente proclamaba en sus mítines, soberbio y desafiante, “¡hay un gobierno limpio liderado por un partido limpio que practica la ejemplaridad, hoy hay un gobierno ejemplar y un presidente limpio, limpio!!!”. La lengua española, rica en refranes que expresan verdades obvias, tiene uno que advierte “No escupas para arriba porque te puede caer encima”. ¿Dónde está la transparencia y ejemplaridad y “el gobierno intachable y limpio?”. La soberbia y la arrogancia son muy malas consejeras, por eso viene como anillo al dedo otro refrán “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.


Hay que aplicar siempre la presunción de inocencia que en política se complementa con el principio de ejemplaridad exigible a todo cargo público. Por eso, en paralelo a la actuación de la justicia, el mandamás del partido y del gobierno debería actuar con celeridad para expulsar a quién no gestionó con un comportamiento ético en la administración de los recursos públicos.


Decía Rubalcaba en una entrevista en 2015 que “por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibilidad contra la corrupción”. Gobernar un partido es velar porque sus dirigentes tengan un comportamiento honesto y cortar de raíz, con prontitud y firmeza, cualquier indecencia detectada.


En este caso, el presidente se limita a invocar el “y tu más” para arremeter contra el PP sin que dé pruebas fehacientes de querer limpiar a fondo las entrañas de su partido. La percepción de muchos ciudadanos es que Ábalos cada día se parece más a una cabeza de turco.

Manual del Buen Corrupto

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