escribo bajo el síndrome de la sobreabundancia de noticias: la pandemia, la crisis de Ucrania, la espiral de la inflación, las elecciones en Portugal, la campaña en Castilla y León, el descenso del abandono escolar en Galicia (¡buen trabajo, conselleiro Román!)… Todas merecen análisis y sitúan al comentarista en la disyuntiva de no saber por cuál de ellas decantarse.
Por eso hoy “tiro por la calle del medio” y traigo a esta columna otras dos noticias de signo distinto -una buena, otra mala-, que también fueron rabiosa actualidad el fin de semana.
La buena fue el triunfo de Nadal en Australia que le consagró como el mejor de la historia. Pero, además de ocupar ese pedestal, lo relevante de este deportista es su fortaleza física y mental que siempre aparece en la asombrosa capacidad de lucha contra las adversidades, lesiones incluidas, que le lleva a superar los momentos más delicados de la vida personal y de cada partido, como sucedió en Australia.
Si a todo esto añadimos su calidad como persona sencilla y auténtica, su respeto al rival, la humildad que preside sus victorias y la elegancia con que acepta las derrotas, estamos ante un deportista excelente, un personaje que parece venido de otra galaxia, ejemplo para jóvenes y mayores que, además, reparte felicidad periódicamente en esta España necesitada de celebrar alguna alegría.
La mala noticia la expresa con claridad un lacónico “meme” que circula por la red: “España vota Tanxugueiras. Cinco persoas do xurado non. Gañan as cinco persoas. ¡¡Manda carallo!!”.
Uno entiende poco de música pero he de confesar que el desparpajo de Olaia y Sabela Maneiro y de Aida Tarrío, su capacidad “ensamblar” la más pura tradición folclórica galaica con los exigentes cánones de la modernidad interpretando Terra en una asombrosa puesta en escena, fueron un vendaval de belleza que arrebató a los espectadores, como el vendaval divino arrebataba a los profetas. Y a muchos gallegos nos hicieron acariciar la esperanza de que se escuchara nuestro idioma representando a la España diversa en el festival de eurovisión en Turín.
No fue así, perdieron la votación del jurado profesional, que traicionó el voto del público y del jurado demoscópico. Pero ellas ganaron. Repartieron autoestima e ilusión a raudales a todos los gallegos, elevaron a los altares de la modernidad la música tradicional de esta tierra maternal y abierta y ennoblecieron el idioma, nuestro idioma que nos sustenta como pueblo. Parafraseando a don Antón Fraguas, abrieron un camino que “vai levar a Galicia lonxe, moi lonxe…”.
Celebrad vuestro triunfo y si aceptáis un consejo, no os dejéis utilizar por los partidos políticos. Que andan en ello.