Los padrinos del mundo

Hemos enfermado de mesianismo. Ese parece ser el diagnóstico a juzgar por el comportamiento de los dirigentes mundiales y locales, sin embargo, a poco que te interrogues sobre el fondo y la forma de su comportamiento, te das cuenta de que no pertenecen a esa grey de seres enfermos de soberbia y megalomanía, que se creen ungidos por lo divino para llevar a cabo una misión humana capaz de cambiar el signo del tiempo dentro de los tiempos del mundo o una comunidad, y con ellos su destino.


Podían ser mesiánicos, y sería suficientemente perverso, pero no lo son. Están más cerca de una organización grupal y jerarquizada -al servicio de los grandes intereses del capital- para la que trabajan con sus políticas de fingida resistencia, velando por los intereses de esas grandes entidades económicas en aras de los más nobles fines a los que puede aspirar la humanidad. Derechos humanos, derechos sociales, libertades, respeto por el medio ambiente, solidaridad, fraternidad, paz…, el catálogo es largo y digno, mucho más que ellos, en la medida en que no es un fin en sí mismo, sino un medio para sí mismos.


El líder mesiánico reina sobre la estupidez redentorista y provisora de una sociedad. El líder político de hoy, por el contrario, no se cree, sino que se crea y recrea en esa tarea a través de elementos de participación, los partidos y las ideologías, y no lo hace para cambiar el destino de las sociedades, sino para modelarlo. 

Los padrinos del mundo

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