En el documento que el líder de la oposición envió al Gobierno hay dos propuestas de hondo calado popular. La primera, una rebaja fiscal “temporal y limitada” a los que ganan menos de 40.000 euros y ayudas directas de 200 euros para las rentas menores de 17.000 y 300 para las familias que no alcancen ese umbral. La segunda otra rebaja, la del gasto improductivo, como hacen las empresas, que representa un ahorro que da más margen para bajar la fiscalidad para compensar la pérdida de la capacidad de compra que sufre la parte más débil de la ciudadanía.
El Gobierno ignora ambas propuestas. Rebajar impuestos no entra en sus planes porque “implica rebajar servicios del Estado de bienestar y aumenta la inflación”, dice la ministra de Hacienda, lo que no es verdad. En este momento la caja del Estado recauda más por la subida de los precios y cuenta con recursos –más aún si reduce gastos– para deflactar la tarifa de los tres primero tramos del IRPF y las ayudas directas citadas para compensar el alza de los precios.
Pero el no del Gobierno puede ser entendido, tiene su programa y sus políticas para desarrollarlo. En todo caso, la propuesta del jefe de la oposición, elaborada por ex ministros y expertos en economía vinculados al PP, que algo saben, es verosímil, está argumentada como una alternativa a la política del Ejecutivo, como debe hacer la oposición, y conecta con el sentir ciudadano porque pone el foco en uno de sus problemas reales.
Lo que no se entiende es la oposición de los sindicatos CC.OO y UGT a la rebaja fiscal del plan anticrisis de Feijóo. El líder de Comisiones dice que la presión fiscal en España es cinco puntos más baja que la europea”, pero no dice que esa menor presión “estadística” se debe a que los trabajadores ganan menos que los europeos –los mileuristas, que son legión, no tributan–, ni habla del nuestro mayor esfuerzo fiscal, que supera a muchos países.
Imposible entender que, siendo una de sus consignas “más protección social”, los sindicatos rechacen la que Feijóo ofrece a las familias con rentas más bajas y se alineen con el Gobierno en lugar de estar al lado de los más débiles.
La representación sindical es muy importante, pero estos líderes y sus nomenclaturas cada día se parecen más a unos burócratas subvencionados que viven fuera de la realidad al amparo del Gobierno. ¿Tendrán algo que ver las suculentas subvenciones que reciben con esta connivencia con el poder? A ver si algún día lo explican.
Puede explicarlo todo una viñeta del maestro Mingote que dibujó a tres sindicalistas y uno de ellos reflexiona: “La clase trabajadora empieza a estar harta. Y en cuanto haya un gobierno de la derecha, nos van a oír”. Mientras, están hibernando.