Querer demostrando

La mayoría de personas que poblamos esta tierra –a veces afable y otras tantas hostil–, en realidad buscamos tener a quien querer y anhelamos ser queridos, al menos, por los mismos seres a los que nosotros amamos.


El amor es en sí mismo una casualidad, un encuentro satisfactorio y una energía inusual producida por un par de personas que tienen la fortuna de cruzar sus caminos en un momento adecuado para ambos y que, además, sienten lo mismo y en el mismo espacio de tiempo.


Y, de esta hermosa casualidad, derivan otro tipo de amores que transforman la vida de aquellos que los sienten en mejor y en más plena.


Pero la existencia, caprichosa a veces y otras algo injusta, en ocasiones se empeña en mostrarnos que las fases amatorias no son siempre coincidentes. Y, ahí comienza el sufrimiento de una de las partes o de ambas.


Querer es-entre otras cosas- adaptarse, involucrarse, dar sin esperar, ayudar sin pasar factura, no guardar secretos, no contar mentiras, dialogar sin polemizar, halagar de cuando en cuando, escuchar con interés, pedir perdón sin culpas compartidas y anteponer los deseos del otro a los propios.


Y el que no está dispuesto a darse de este modo, es preferible que no juegue a intentarlo y que se resigne a una soledad que tarde o temprano acabará engulléndolo. Porque el amos es generoso y se basa en la entrega. Y el que no se da de lleno, está condenado a que nadie lo busque.


Porque el amor crece en las demostraciones y merma en los reproches, en los silencios, en las dudas, en las peleas, en los malos entendidos y en las cuantas del mal.


Así que si usted está pensando en enamorarse o en reconquistar a alguien, contemple que en la unión de dos debilidades surge una fortaleza. Y que para que esta se dé, es necesario que exista una base sólida y tendente al encuentro, en lugar de al desencuentro.


Y, si aun así, está dispuesto a intentarlo o a continuar; sepa que deberá desterrar de su vida algunas creencias de su pensamiento para cotejarlas con las propias de su pareja y llegar a puntos de entendimiento o a ideas renovadas que, a medio plazo y no sin pasar por más de una tempestad, en líneas generales, lograrán hacerle feliz.


El amor está en movimiento, gira, frena, cambia, avanza, piensa… Y lo hace porque está vivo en nosotros, así que procuremos no matar la mejor capacidad que tenemos, anclándonos en un pasado irrelevante, o manteniendo posturas egoístas e inmaduras que, a buen seguro, nos llevarán a una soledad inexorable o a una compañía ficticia.


*Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora

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