La resaca de la moción

La llamada a las urnas y el hecho de que las preferencias políticas se cuelan con mucha facilidad en el teclado de los analistas nos ha trasladado la imagen de la España desfigurada por la clase política en el reciente debate sobre la moción de censura. Desfigurada por el sectarismo y la demagogia. Todos abonados al pensamiento único. Y no se salen del carril ni para darse los buenos días.


A saber:


El PSOE repite hasta la náusea que PP y VOX son la misma cosa. El PP, que en España manda un Gobierno en descomposición. Según Podemos, todos los que no comparten sus ideas son unos fachas. Vox nos machaca a diario con el mantra de que estamos en manos de comunistas y separatistas. Todo lo demás es una coreografía móvil de partidos-escolta, compañeros de viaje y grupos periféricos de asentamiento territorial que pasan facturas en su condición de especies protegidas.


En semejante mosaico es imposible encontrar coincidencias políticas y mediáticas libres de sectarismo sobre lo ocurrido con la moción de censura de Tamames apadrinada por Vox. Los prejuicios lo impiden. Todos van de ganadores. Hasta que se pase la resaca y olvidemos lo ocurrido el martes y el miércoles de la semana que termina.


Uno tampoco es independiente de sus prejuicios. Y eso se reflejará en la reseña. Con eso cuento. Vox hizo un pan de obleas al meterse en el jardín que le ha retratado como un partido excesivo, antiguo y desvinculado de la realidad. Acertó el PP al desvincularse de lo que mayoritariamente se consideró una farsa. Y el PSOE se arriesgó a que las largas intervenciones de Sánchez amplificaran su pérdida de credibilidad.


Podemos desapareció en el concertado lanzamiento de Yolanda Díaz como futura muleta del PSOE por la izquierda del PSOE. Con o sin el partido de Iglesias, Montero y Belarra, que no se cortan reprochando a Sánchez lo fácil que es ir de progresista frente a Vox mientras se frenan las decisiones progresistas en el Consejo de Ministros.


Discrepo de quienes han concluido que esta moción de censura ha cohesionado al Gobierno. Ha cohesionado a Sánchez y Díaz. Pero las heridas de la izquierda a la izquierda del PSOE siguen abiertas. Lo cual sigue siendo un obstáculo para la supervivencia del todavía presidente en la Moncloa.


Así que no entendí la afirmación de Cuca Gamarra (PP) cuando afirmó que la moción había sido un regalo para el Gobierno “porque puede presumir de la unidad que no tiene”. Justamente también por eso la excesiva duración de las intervenciones de Sánchez, con réplicas de las ministras Belarra y Montero en los pasillos, contribuyeron a pregonar las grietas en la actual ecuación de poder que aún le sostiene.  

La resaca de la moción

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