Respirar palabras

Nunca sé cómo la historia comienza. La mayoría de las veces la hoja se ríe de mí, es libre como un pájaro; ¿Te imaginas atraparlo? En palabras de Amos Oz: Solo yo y el vacío y la desesperación. Ponte a sacar algo de nada en absoluto. Justo ayer alguien muy cercano a mí me preguntó: «¿para qué escribes». Para qué escribes si te aterra cuando empiezas, si te paralizas justo cuando acabas, si te da miedo compartirlo. Cierto es que cuando acabo de escribir una historia me siento feliz y doy palmas y descorcho una botella. No menos cierto es que también inicio una despedida.


Puedo contarte que durante un largo año me dejé acompañar por unos personajes entrañables que ya forman parte de mí, a los que necesité todos y cada uno de los días en los que la lluvia decidió sentarse a mi lado, como si hubiera decidido no abandonarme. Mañanas de fuerte oleaje, de suave sol. Escribiendo. Terminar una novela supone haber insuflado vida a sus protagonistas y echarlos de menos después, mientras esperas que, con suerte, se cuelen en la vida de los lectores.


Siempre el proceso de escribir me tranquiliza. Estoy sola.  Miento, el Sr. Wilson a mis pies. Las páginas en blanco son en realidad paredes encaladas sin ninguna puerta ni ventana. Horas y más horas robadas abriendo espacios, picando esa pared, dialogando con todas esas voces internas para abrir un hueco, que entre el oxígeno: respiro palabras.


«¿Qué las palabras no tienen importancia? Yo no me atrevería a afirmarlo con tanta seguridad. A veces creo que muchas cosas, que todo depende de las palabras, de las palabras que uno dice a su debido tiempo, o de las que calla, o de las que escribe…» Acabo de releer, veinte años después, El último encuentro, de Sándor Márai. Estoy de acuerdo en que hay palabras irreparables, igual que momentos irremediables.


A solas estoy bien, callan los de fuera. En la medida de lo posible escucho, dejo de lado cualquier intención, escucho a los que me hablan dentro. Escribo. Lo hago hasta que termino, hasta que la puerta se abre hacia fuera, hasta que tengo que poner el cierre. Luego será el lector quien decida si fue o no un acierto.


Ahora voy a tomarme unos días de descanso, bajo los árboles, en la naturaleza, siempre cerca de un mar, con los que amo. Todos los días, ellos lo saben, necesitaré ocuparme un tanto de la literatura para ser feliz. Y mientras viaje, perciba, aprecie, observe y admire, seguiré escribiendo, aunque no lleve lápiz ni papel. Quizá la pregunta que me formularon debió ser un «por qué escribes. Hay un discurso de Orhan Pamuk que me entusiasma, el autor nacido en Estambul, Premio Nobel de Literatura en 2006, dijo que escribir es la capacidad de contar nuestra vida como si fuera la de otros, sí. Pero también la posibilidad de contar las historias de otros como si fueran la nuestra.


Porque busco refugio. Sería una buena respuesta.

 

Respirar palabras

Te puede interesar