La reunión Sánchez-Feijóo empezó mal para el presidente del PP. Moncloa filtró a El País, su periódico de cabecera, el “orden del día” con las once propuestas que interesaban al presidente del Gobierno, lo que representa un desprecio al invitado que se enteró por ese medio como todos los ciudadanos de los asuntos que quería tratar su anfitrión.
Entre ellos, la renovación de Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional; cambiar “disminuido por discapacitado” en la Constitución; pacto anti transfuguismo y otros asuntos importantes que el nuevo PP puede apoyar para recuperar la normalidad institucional.
Pero esos temas preocupan menos a la gente que la factura de la luz y del gas, el precio de los carburantes y la carestía de la cesta de la compra. Y los impuestos. Los españoles soportamos un enorme esfuerzo fiscal y hay margen para bajarlos sin recortar el Estado de Bienestar.
Esa era una propuesta de Feijóo, ajustar las tarifas del IRPF por la espiral de la inflación y bajar el IVA a productos básicos, oferta que, para no perjudicar las cuentas públicas, debe ir acompañada de la contención del gasto que algunos informes creen posible reducir en un 15 % si se evitan despilfarros como varios ministerios y cientos de chiringuitos que nada aportan al bienestar ciudadano.
Pero el líder de los populares no tuvo éxito. “No he podido concretar ni una sola propuesta. No tengo noticias que dar a las familias, a los trabajadores, a las rentas bajas y medias, a las empresas”, se lamentaba un Feijóo resignado que debió recordar aquel programa de TV “Si lo sé no vengo”, aunque cumplió el “mandato” de José Mota “si hay que ir, se va”, sabedor de que “ir pa ná es tontería”.
Sus propuestas económicas fueron rechazadas por el presidente que parece vivir ensimismado, fuera de la realidad o en una realidad paralela, y es poco consciente de que en este momento se necesitan también las ideas de la oposición para salvar al país de la gravedad de la crisis.
La impresión que queda después del encuentro es que los presidentes del Gobierno y Partido Popular “pactaron”, antes que entente cordial, tolerancia mutua y no está mal después de años de crispación. En todo caso, el líder de la oposición sabe que la invitación a la Moncloa responde más a una operación de marketin que a una llamada sincera al diálogo que rehúye el presidente, rehén de la coalición de gobierno.
Sabe también que la dirigencia gubernamental ya le pone deberes y volverá a demonizarle cuando no preste su “apoyo patriótico” a las decisiones unilaterales del Gobierno. Adriana Lastra abrió fuego llamándole “vago por no llevar papeles”, la prueba de que esta militante ni siquiera leyó los periódicos del viernes.