Si los días se echan de menos como se extraña a las personas que uno ama, en mi calendario de nostalgias, el día del libro, 23 de abril, lleva puesto el vestido de gala. Seguramente, en el día de ayer, todos quisieron domesticar al Dragón. Con elecciones a la vista, habrán dicho, a uno y a otro lado, que con ellos milita el Caballero. Lejos, yo me quedo siempre con la rosa roja, imperecederamente con la literatura. De todo me salvan el amor y los libros.
Como mínimo, desde Aristóteles, pensamos lo que sentimos. Yo nací en Barcelona, bailaba sardanas en el patio del colegio. Mi músculo rojo era joven en la ciudad olímpica y por eso lleva su espíritu grabado a fuego. Presumo de su lengua, su cultura y su pueblo, allá donde voy. Si la vida me ha querido viajera, si mis hijas pasearon su infancia por tierras del Quijote, si hace años que crecen, aprenden, estudian y se enamoran en y de esta tierra, si hablan gallego; si con esto te cuento que las únicas banderas que me gustan son las de colorines que cuelgan en las verbenas. Si amo la tierra que me acoge tanto como la que dejé.
Estaba pensando en lo hermoso que sería que nuestro lugar de referencia fuera siempre ontológico, el Ser, y no político, el Estado. SER es una palabra más bonita que suelo, tierra, raza o raíces.
En estos días me encuentro releyendo la novela Tierra Desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri. La escritora nacida en Londres, de padres bengalíes, y ciudadana estadounidense, se sirvió de esta otra cita, del autor Nathaniel Hawthorne, para titular y abrir su novela: «Mis hijos han tenido otros lugares de nacimiento y, hasta donde alcance mi control sobre su fortuna, echarán raíces en tierra desacostumbrada».
Como todavía los partidos políticos se interesan poco en lo importante que es gestionar las emociones de los ciudadanos, yo me sigo regocijando en las palabras, en la literatura como único anclaje posible cuando el horizonte es móvil. Ayer me regalaron y regalé unos cuantos libros. Me di un paseo por unas cuantas librerías en mi querida A Coruña, me regalaron rosas rojas. Qué bonita es la fiesta de la literatura. Universal. La lectura nos convierte a todos en inmigrantes, nos aleja de casa, pero nos encuentra hogares en todas partes, dijo la autora Jean Rhys.
Hace años, cuando mis hijas eran muy pequeñas, les escribí esto:
No quiero dejaros promesas, deudas, dudas. No quiero dejaros más que bien armadas, bien vestidas vuestras cabezas. Si logro que améis los libros, me sentiré dichosa. Sabré que nunca estaréis solas, que viajaréis a tierras lejanas, que viviréis aventuras inimaginables, amores prohibidos, amistades eternas. Si logro que améis los libros os sabré conocedoras de misterios no resueltos, vencedoras en las más injustas guerras. Le daréis la mano a grandes reinas, a ilustres artistas, tendréis casa en una cueva recóndita, un ático en Manhattan. Seréis médicos o arqueólogas, domadoras de fieras, costureras. Si logro que améis los libros, seré inmensamente feliz. Qué buen legado os habré dejado, os sabré siempre acompañadas. Eternamente libres.