Con el 2022 comienza el tiempo de descuento de una legislatura que se está haciendo extremadamente larga. Las circunstancias han sido adversas desde que el virus entró en nuestras vidas y hasta que se canse de nosotros no queda otra que convivir con él, incorporar la certeza de nuestra fragilidad a lo cotidiano. Lo hemos incorporado de tal manera que, en unos días se abre el periodo electoral. El punto de arranque es Castilla y Leon y, antes del verano, muy probablemente, Andalucía.
Este es el calendario oficial más inmediato y si nos creemos al presidente del Gobierno, la legislatura se agotará hasta el último día. Como es una obviedad que la contundencia de las declaraciones del jefe del Ejecutivo se disuelve como un azucarillo sin explicación alguna y de un día para otro, no deja de ser arriesgado pensar que aunque sea por una vez, se va a cumplir lo que Sánchez anuncia con todo solemnidad. Lo llamativo es que el presidente se mete en charcos innecesarios, al igual que su ministro Garzón. Nadie le exigía que diera por vencido el virus, ni que prometiera que nuestra factura de la luz iba a ser como la de 2018, sin olvidar el anuncio solemne de la derogación de la reforma laboral.
Por todo ello, la prudencia que exige la experiencia acumulada, nadie, ni el propio presidente, está en condiciones de afirmar de manera taxativa que la legislatura va a agotarse hasta el último día. Las pistas no nos vendrán de declaraciones públicas, sino de la forma y tiempo en el que comience a soltar lo que él considere lastre para el triunfo electoral de su partido. Así, de entrada, ya vemos cómo ha tomado distancia del ministro Garzón por sus declaraciones sobre la mala calidad de algunas carnes españolas. Realmente, con algo había que llenar lo que era una mera dirección general, pero el ministro en cuestión está haciendo todo lo necesario para que ese ministerio desaparezca. Ahora ha sido Garzón y en un tiempo no muy lejano será Yolanda Díaz, a la que el presidente deja hacer, de momento. No va a dejar que la izquierda a la izquierda del PSOE se encampane más de la cuenta. Al margen de errores concretos, se observa un profundo desgaste que pertenece al mundo de lo intangible, de lo que las encuestas no son capaces de captar pero que acaba aflorando y que se traduce en decisiones precipitadas, en reclamos de última hora y en la incapacidad absoluta para recobrar la credibilidad.
El presidente necesita un tiempo para hacerse un lavado de cara que lo coloque en una posición de cierta moderación, pero nunca logrará que cientos de miles de españoles olviden quiénes han sido sus compañeros de viajes. Por ello, comenzara a soltar lastre, porque sabe mejor que ya estamos en tiempo de descuento para unas elecciones generales.