El pasado fin de semana convocado por un importante colectivo y entidades que desarrollan su labor en el campo de lo social y de ayuda a los más desfavorecidos, asistí a varios actos en los que se reivindicaba un trabajo decente a todos los niveles. Se denunciaba que la siniestralidad laboral sigue siendo una gran lacra en el mundo del trabajo. La salud laboral es un problema social que requiere de soluciones colectivas y a muchos niveles. En tal sentido no podemos olvidar que el trabajo es siempre un medio imprescindible para el reconocimiento de la sagrada dignidad de las personas.
Considero que un Trabajo Decente es aquel por el que un trabajador no sufra por su salud y en el que se respeten los medios de prevención de riesgos laborales que defiendan la vida de los trabajadores. Es fundamental generar entornos laborales seguros y saludables para todos los trabajadores.
La promoción del Trabajo Decente debe evitar la exclusión y la precariedad. Por lo que desde esta pequeña parcela de opinión semanal nos unimos al eslogan general, “Por ti, por mí, trabajo decente”, haciendo especial hincapié en que este debe ser un trabajo saludable.
Los colectivos a los que hago mención denuncian que el trabajo indecente “no solo afecta la vida de las personas trabajadoras, sino que también socava su dignidad y debilita la justicia social debida”. Insisten también en que la realidad laboral en España es preocupante. Recuerdan que el desempleo estructural, la alta tasa de temporalidad, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, las dificultades de la conciliación laboral y familiar y el aumento de las enfermedades psicosociales compromete la estabilidad de los proyectos vitales de miles de personas en nuestro país.
Cada vez estoy más convencido de que la dignidad de la persona trabajadora es innegociable y debe estar en el centro de todas las decisiones políticas y económicas. Se deben generar oportunidades de trabajo decente al mismo tiempo que proteger los derechos laborales, sin excepción.
Comprobé cómo las entidades convocantes supieron reivindicar todo ese proceso de una forma plástica y en la calle a través de cajas de cartón que pasaron de mano en mano y en las que escribieron los retos personales pendientes en relación al empleo. Entre otros se pudieron leer unos claros ejemplos: seguridad en el trabajo, conciliación familiar. Con esta acción se pretendía simbolizar que el trabajo decente es un tesoro que merece la pena ser compartido.
Y termino recordando algunos datos que oí durante las intervenciones referidos al año pasado: 762 trabajadores muertos, 146 in itinere ; el 11,9% de las personas trabajadoras son pobres; la temporalidad representa el 16,5%; más de medio millo personas trabajadoras migrantes sin derechos; el 15,8% del PIB en economía sumergida, y se registra un 9,5% menos de poder adquisitivo desde 2008 al 2022.
Todo ello nos tiene que hace pensar. El trabajo digno es una auténtica obligación y entre todos tenemos que poner los pilares para que se cumpla.