El regreso a España del Rey Juan Carlos I ha dejado muy claro que hay dos visiones muy diferentes en torno a la figura del monarca. Por un lado, la izquierda más asilvestrada encarnada en Podemos y sus satélites han puesto el grito en el cielo y todo, cualquier cosa que el Rey hiciera merecía, para ellos, la lapidación en la plaza pública. Resulta curioso ver a las dos máximas representantes podemitas lanzar letanías catastrofistas sobre la figura el Rey y digo que es curioso porque ninguna de las dos había nacido cuando Juan Carlos prestó sus mejores servicios a España, quizá el desconocimiento de ello les ayude a equivocarse. O quizá no, se trata de atacar a la monarquía parlamentaria consagrada en nuestra constitución aprovechando para ello cualquier cosa y cualquier momento. Aquellos que solo buscan destruir tampoco necesitan muchas razones para buscar destrozos. Además, la prensa más “cafetera del sanchismo” se encargó de gran parte del trabajo y, mientras criticaba la presencia del Rey en Sanxenxo emitía horas y horas de programación para acusar al monarca de buscar protagonismo. Se trataba de crispar y, afortunadamente, no lo consiguieron. Otros partidos incluidos los del gobierno, buscaron también la crispación y una ex vicepresidenta, que no se quedó calva por su ingenio, tuiteo sobre las altas temperaturas y “el bochorno de Sanxenxo”. Podemos concluir pues que a algunos partidos, a mucha prensa y a todos los antisistema, la visita del Rey les generó sarpullidos y escozores graves. Por otro lado, están los ciudadanos que, muy mayoritariamente, le dieron la bienvenida al Rey y le arroparon con cariño. Sinceramente creo que muchos de los que le aplaudieron en cada movimiento no son ajenos a los errores que el monarca ha podido cometer, pero sí parece que han decidido perdonarle porque, en la balanza, pesan más los servicios prestados que los errores cometidos. Esta reacción de la gente, soliviantó más, si cabe, a los mesías de lo políticamente correcto que se apresuraron a implementar por todos los medios sus esfuerzos en generar un argumentario contrario a la presencia de Juan Carlos I en España. Dos realidades de una España polarizada por todo, se encuentran de frente, una se apoya en el anti-juancarlismo que pretende utilizar su figura contra la monarquía constitucional y la otra actúa mostrando su cariño por el que fue jefe del estado casi cuarenta años y, de cuya mano, recuperamos una democracia plena que nos ha dado el tiempo de paz más largo en nuestra historia. El Rey vino a regatear con el equipo lo que lleva haciendo muchos años, acudió a ver a su nieto a un partido de balonmano y se hospedó en la casa particular de un amigo y, todo ello, al calor del cariño mostrado, libremente, por muchos ciudadanos. A lo mejor es que el Rey recuperó la democracia, renunciando a todos sus poderes, para el pueblo español y ese pueblo es el que ahora, parece haber perdonado los errores del Rey, está en su derecho porque, en democracia, uno quiere y aplaude a quien le da la gana y, sobre todo, en Galicia que es tierra de amor y no de rencor. El odio hace mucho daño, sobre todo a los que lo sienten. Siempre habrá tuertos que no lo vean, es lo que hay.