Perder a una madre es un golpe que deja huellas imborrables. Adrián Pita Otero consiguió transformar aquel inmenso dolor en el origen de un proyecto profundamente bonito: una iniciativa que, diez años después, se presenta como un canto al amor, a la pérdida y a la reconciliación con uno mismo.
A los 19 años, Adrián vio cómo el mundo tal y como lo conocía se desmoronaba tras el diagnóstico de cáncer de su madre, Berta. Frente a la desesperación y la impotencia, encontró en la fotografía un refugio y una herramienta para procesar emociones que parecían imposibles de poner en palabras. Lo que nació de ese vínculo profundo entre madre e hijo es ahora una exposición que además de homenajear a Berta, transmite cómo el arte puede transformar el sufrimiento en un proyecto cargado de significado.
El Centro Galego de Barcelona se convirtió en el escenario perfecto para que Adrián Pita Otero, un joven fotógrafo natural de Cariño, presentara su exposición más personal e íntima: Berta. “Cuando todo a mi alrededor parecía derrumbarse, agarrarme a la cámara fue la manera de encontrar luz”, explica Adrián, quien, con su exposición Berta, ha hecho del recuerdo un puente entre el pasado y el presente, entre el duelo y la esperanza.
“Cuando diagnosticaron a mi madre, yo tenía 19 años. Estaba en esa etapa en la que crees que el mundo está a tus pies, que eres invulnerable. Sin embargo, aquel golpe lo cambió todo. Fue un palo muy duro. Me iba a estudiar fuera y como cualquier joven, pensaba que esos años iban a ser los mejores de mi vida, pero me enfrenté de golpe a una realidad que me hizo madurar de una manera brutal”, explica con una mezcla de nostalgia y firmeza.
La fotografía como refugio y terapia
Adrián encontró en la fotografía un medio para gestionar sus emociones y, sobre todo, para crear un puente de comunicación con su madre. “Cuando me vi con la cámara en la mano, sabía que era una herramienta poderosa, pero nunca imaginé hasta qué punto me ayudaría. La usé para transformar el dolor profundo que sentía en algo que pudiera expresar y comprender”, confiesa. Durante los casi dos años que duró la enfermedad de su madre, la cámara se convirtió en un testigo silencioso de su complicidad.
“Fotografié a mi madre casi hasta el último momento. Las imágenes reflejan no solo el dolor, sino también la esperanza, el amor y esa conexión tan profunda que compartimos. Había una complicidad total, y creo que si no hubiera existido, no habría podido hacer este trabajo”, añade Adrián.
Las fotografías, lejos de ser un mero reportaje documental, se convirtieron en un proceso de aceptación y aprendizaje. “No sabía lo que estaba haciendo en aquel momento. Solo sabía que necesitaba capturar todo lo que sentía y todo lo que ella me transmitía. Con el tiempo entendí que esas imágenes eran una forma de cerrar una etapa y, al mismo tiempo, abrir otra”, relata Adrián.
Diez años después, Adrián encontró la fuerza y la claridad para compartir este trabajo con el mundo, convirtiendo una experiencia profundamente dolorosa en un camino hacia la memoria y la sanación. “Durante años, las imágenes permanecieron ocultas en mi ordenador, como si aún no estuvieran listas para salir a la luz. Sabía que en algún momento lo harían, pero me faltaba la madurez y la estabilidad emocional para mostrar algo tan personal y vulnerable. Ha sido un recorrido largo y transformador, pero absolutamente imprescindible”, reflexiona, subrayando el poder del tiempo.
Berta es un viaje íntimo que ahora se comparte con el mundo para inspirar, emocionar y sanar. “Quería que las imágenes transmitieran algo más que el contexto de la enfermedad. No es un reportaje sobre el cáncer, es una historia de emociones, de cómo gestionarlas y aceptarlas. He llegado a un punto en el que siento que puedo mostrarlo sin miedo a las críticas, porque lo que hay en estas fotografías es mi verdad”, asegura.
La exposición, que consta de 20 fotografías, se presentó el pasado 11 de enero en el Centro Galego de Barcelona. Sin embargo, la serie completa incluye 35 imágenes, que, acompañadas de textos complementarios, podrán disfrutarse también en formato libro. Este libro estará disponible para su compra, y todos los beneficios obtenidos se destinarán a la lucha contra el cáncer. “Creo que es mi manera de devolver algo a quienes puedan estar pasando por lo mismo. La fotografía me ayudó a gestionar mis emociones, y espero que este trabajo pueda ayudar a otras personas de alguna manera”, afirma.
Abrir el corazón para cerrar etapas
El día de la inauguración en Barcelona coincidió con el cumpleaños de Adrián, un detalle que no pasó desapercibido para él. “Fue un día muy especial, pero también abrumador. Soy tímido y exponer algo tan personal al público me genera muchas emociones. Pero estaba muy bien acompañado, mi pareja y algunos de amigos estaban allí. Sin embargo, creo que es necesario naturalizar ciertas emociones, hablar de ellas sin tabús. Eso es lo que intento con este trabajo: mostrar que el dolor, la pérdida y el amor son parte de la vida, y que se pueden aceptar sin miedo”, concluye Adrián.