En el ámbito dermatológico, el carcinoma basocelular representa uno de los diagnósticos más habituales. Este tipo de tumor cutáneo maligno prevalece como el más frecuente entre los seres humanos, comprendiendo hasta un 80% de los tumores cutáneos identificados. Afortunadamente, su potencial de malignidad se limita en gran medida al ámbito local.
Sin embargo, la localización de este carcinoma puede ser determinante. En áreas comprometidas como los párpados, el canto interno o el ala nasal, si se permite su crecimiento sin tratamiento, puede alterar estas estructuras, generando una repercusión significativa en la calidad de vida del individuo, ocasionando morbilidad funcional y estética. A pesar de su predominio en la superficie cutánea, es excepcional que este tipo de cáncer dé metástasis o represente un riesgo para la vida.
Entre los factores de riesgo de contar con un carcinoma basocelular se encuentra el fototipo bajo (personas de piel clara, ojos claros, que se suelen quemar o les cuesta ponerse morenas), la exposición solar crónica (por lo que suele aparecer en personas adultas en la cara o las extremidades) además de factores genéticos (síndromes con predisposición a cáncer cutáneo) y exposiciones ambientales (menos frecuentes).
“El carcinoma basocelular es uno de los diagnósticos más habituales en Cos Instituto Médico, un diagnóstico del día a día de la consulta dermatológica, y los dermatólogos estamos muy entrenados en reconocerlos, lo que puede ser difícil para otros especialistas y la población general. En la mayoría de los casos vemos tumoraciones muy pequeñas, brillantes, duras y abultadas, con vasos en superficie, que aparecen sobre la piel y se agrandan muy lentamente, un truco para distinguirlos es que su borde suele adquirir un aspecto blanco perlado. No obstante, en ocasiones pueden crecer aplanados y se asemejan ligeramente a cicatrices. Este tipo de cáncer cutáneo puede sangrar,ulcerarse, o formar costras en el centro”, afirma María Mercedes Otero Rivas, dermatóloga médico quirúrgica en Cos Instituto Médico.
En determinadas ocasiones se necesita realizar una biopsia para confirmar el diagnóstico mediante estudio anatomopatológico, muchas otras, los profesionales se ayudan del dermatoscopio para confirmarlo. El dermatoscopio es un aparato que mediante un sistema de lentes y luces permite observar estructuras profundas de la piel, si reconocemos dichas estructuras y el patrón que forman, la precisión diagnóstica en tumores cutáneos y lesiones pigmentadas aumenta de manera significativa, motivo por el que todos los dermatólogos lo usamos continuamente.
Existen numerosas alternativas terapéuticas para el carcinoma basocelular, algunas como la crioterapia, la terapia fotodinámica, el tratamiento con citotóxicos tópicos o el láser CO2 se recomiendan para tumores superficiales, mientras que, en el caso de tumores invasivos la cirugía sigue siendo el tratamiento de elección. “En tumores mal definidos, que hayan recidivado, o que aparezcan sobre zonas con gran importancia funcional y cosmética, la técnica quirúrgica de elección es la Cirugía de Mohs, un tipo de cirugía controlada al microscopio, creada y practicada por dermatólogos. En ciertas ocasiones se emplea la radioterapia (pacientes muy mayores, márgenes afectos en localizaciones especiales) e incluso contamos con quimioterapia sistémica con inhibidores de la vía hedgehog para lesiones de gran tamaño o muy destructivas”, destaca María Mercedes Otero Rivas.