El horizonte de acabar con los combustibles fósiles no es el único aspecto que crispó el ambiente y enturbió las negociaciones en la Cumbre del Clima (COP28) de Dubái: la financiación de la acción climática y la adaptación son elementos clave en las alianzas entre países pero también generan brechas.
La COP28 llegó a su momento máximo de tensión afectada por el revuelo que dejó este lunes el borrador de Balance Global que propuso la presidencia de la cumbre y que enfadó a una buena parte de los negociadores y a los ecologistas. La principal prioridad para la Unión Europea (UE), como insistió desde el principio, es la llamada urgente a acabar con los combustibles fósiles, algo que muchos países esperaban integrara el Balance Global y que de momento no quedó reflejado.
Sin embargo, la financiación para asumir la transformación que requiere descarbonizar la economía y amortiguar los impactos climáticos inevitables es otro punto caliente que está entorpeciendo las alianzas.
Muchos países en desarrollo no están dispuestos a aceptar un acuerdo que no garantice que las economías industrializadas –enriquecidas en base al modelo que buscan deshacer– van a aportar la financiación que exige ejecutar los cambios en sus territorios.
La UE busca coaliciones con los países más ambiciosos, los que están más amenazados por la crisis climática, como los pequeños estados insulares en desarrollo. Estos países piden el fin de las energías fósiles para salvaguardar su futuro, pero también dinero para resistir y prevenir las consecuencias climáticas sin tener que endeudarse.
El grupo de los 27 lidera en la mitigación y abandera la rebaja de emisiones y el fin ordenado de los combustibles fósiles, pero en la financiación, juega más a la defensiva. Europa no desaprovecharon ninguna oportunidad para reiterar que la UE es el mayor donante de financiación climática internacional y que aporta “más dinero que lo que le corresponde” al Fondo Verde del Clima. EEUU está en otro punto, y aunque se alía con la UE en sus demandas de deshacerse de los combustibles fósiles encuentra divergencias en la fórmula de compromiso para costear esa transición.
Los países en desarrollo –unidos en el grupo negociador G77– subrayan el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” de acuerdo a la contribución histórica al calentamiento y las capacidades de cada uno, que recoge el Acuerdo de París en su artículo 9que señala que son los países desarrollados quienes deben apoyar a los países en desarrollo para construir un futuro habitable.
La UE y EEUU insisten más en el artículo 2.1.c, que busca “que los flujos financieros sean coherentes con una senda hacia bajas emisiones de gases de efecto invernadero y un desarrollo resistente al clima”. Pero los países en desarrollo sospechan que esto puede convertirse en un comodín para que los países ricos eludan responsabilidades.