Jorge Martínez es uno de los 18 conductores nuevos con los que cuenta la Compañía de Tranvías desde hace poco más de un mes. A pesar de contar con experiencia previa en la conducción de autobuses y camiones, como el resto de sus compañeros, tuvo que pasar por un proceso de formación para adaptarse a la conducción por la ciudad. “Se lleva muy bien aunque el problema es el tráfico”, asegura. “Cuando te dedicas a esto ya sabes a lo que vienes pero falta un poco de empatía. La gente es muy egoísta con las paradas en doble fila, los aparcamientos en las esquinas... Pero hay que tomárselo con filosofía porque si no acabas estresado”, confiesa Martínez.
A lo largo del viaje al mando de uno de los autocares de la ruta 14, el chófer comenta que uno de los problemas más comunes con los que se encuentra es la imposibilidad de bajar la rampa en muchas ocasiones. Y todo esto mientras, en una parada del barrio de Los Rosales, una señora le pide que rebaje un poco la altura de la entrada para poder acceder más cómodamente; “aquí voy muy cómoda, aunque hay de todo”, dice con sorna en relación a los conductores de autobús.
El problema de la rampa, continúa Jorge Martínez tras indicarle el saldo que le queda a la usuaria en la tarjeta –la información forma parte de su día a día–, “es que tiene que quedar el bus a una altura determinada para que haya menos inclinación sobre la acera, por lo que, si la parada está ocupada, no podemos facilitar el servicio a la persona que lo demanda”, explica.
Como ejemplo de esto, el jefe de personal de Tranvías, Manuel Otero, señala que una usuaria de 90 años en silla de ruedas pocas veces puede bajarse en su parada, la del Hotel Meliá María Pita, ya que siempre está ocupada por coches, “así que la tienes que dejar o en la parada anterior o en el medio de la carretera”.
Así, la tan de moda doble fila, supone el perjuicio más importante para los trayectos. Además de esto, el tráfico, el tiempo o los problemas que puedan surgir a bordo del autobús como una indisposición marcan el día a día, pero lo que más indigna a los chóferes, es la mala praxis de los conductores. “La doble fila es una infracción”, reiteran.
Con respecto a los famosos patinetes, desde la compañía aseguran que, de momento, no suponen un peligro real.
El civismo de los usuarios es, sin duda, algo que destaca Jorge Martínez: “De momento no tuve ningún problema”.
Escasez femenina
La plantilla de la Compañía de Tranvías la conforman 266 trabajadores, de los cuales 234 son conductores y, de ellos, solo cuatro mujeres –en oficina hay otras cuatro–. Un total de 93 autobuses componen la flota actual–el más viejo tiene 14 años–, siendo 20 articulados. “Ahora están un poco anticuados porque, con todos los problemas que tuvimos durante estos años –en relación a las sentencias abiertas con el Ayuntamiento por el fin de la concesión y la bajada de precios–, no se adquirieron nuevas unidades; si no la media está en 12 años”, indica Manuel Otero, al mismo tiempo que señala que “si ahora se llega a un acuerdo con el Gobierno local se hará un pedido de articulados porque algunos ya están pidiendo cambio”.
El anuncio del pago con el móvil en el primer trimestre de 2020 es algo que esperaban ansiosos desde la empresa: “Ya por nuestra parte está todo habilitado y los que lo están utilizando en fase de pruebas –hay unas 28 operaciones diarias– lo hacen sin problema”.
Con todo, el pago con tarjeta supera con creces al metálico; el 83% de los viajes se abonan con alguno de los bonos disponibles (Millenium, metropolitana, estudiante...).