Darío Villanueva llega a las 12.00 horas a la Fundación Barrié con la palabra “posverdad” del brazo para contarle a la Asociación de Becarios de la entidad y al público en general que el vocablo entró para quedarse en el diccionario a raíz del Brexit y la campaña de Trump, que es metáfora viva de la posverdad.
Una palabra muy resultona en los últimos tiempos, pero ¿tanto como para dedicarle una conferencia? ¿No cree que es de las que entraron con carrerilla?
No tanto porque en español la tenemos registrada desde 2004 y se precipitó porque el diccionario la eligió como palabra del año y eso contribuyó a hacerla popular. Fundamentalmente, fue el año pasado cuando la escogió el Oxford Dictionary después de seleccionar otras como “selfie”, de un uso más generalizado. “Posverdad” se consagró a raíz de dos procesos políticos, el Brexit y la campaña electoral de Trump. En España, el proceso catalán ha dado lugar a su empleo. El vocablo significa la distorsión de la realidad de las cosas, desde el punto de vista irracional y emocional.
¿Internet es la mejor arma para los que la practican?
No solo intenet. Aquí se produce una proliferación extraordinaria de las comunicaciones, que vuelan. Muchas informaciones parten de un hecho falso. La verdad es manipulada por intereses, muchas veces de tipo político y la gente las recibe con una actitud emocional, más que racional. No analizan el por qué.
¿Hay un adjetivo para denominar a Trump como defensor de la posverdad?
En inglés, postruth es adjetivo, pero aquí no. Trump sería un “postruth” presidente.
¿Los neologismos ingleses son un peligro actualmente para la lengua?
Los préstamos siempre han existido y muchas veces se asimilan y se adaptan como “vagón”, “tren” o “raíl”, que son extranjeras. No digamos con fútbol o mitin. Lo que llama la atención es la utilización de palabras inglesas para parecer más finos. No acabo de comprender cómo la gente no dice “en línea” y sí “on line”, o “tableta” y no “tablet”. Son cosas bastante absurdas como los títulos de algunos programas como “First Dates” o “Masterchef celebrities” o lo de poner en las invitaciones de un evento “save the date” (apunta la fecha). Todas son ridiculeces de papanatas que llegan a extremos. En Portugal nos dieron una lección en Eurovisión cuando ganaron en portugués. Nosotros llevamos años concursando en inglés.
¿Pasará esta moda?
Sí, pero mientras dure es muy molesto e irritante porque parece que tenemos un complejo de inferioridad cuando somos el segundo idioma del mundo por hablantes nativos.
Siempre se habla de los nuevos, pero ¿qué ocurre con los términos que se van?
Van a parar al diccionario histórico.
¿Alguno regresó al actual?
Sí que pasó. Por ejemplo, con “azafata” que en su acepción original era la dama que acompañana a las señoras nobles y cuando la aviación se popularizó, se designó así al personal de la tripulación femenina. Y ahora también hay “azafatos”.
¿Y “pifostio” para cuándo?
“Pifostio” no consigue entrar porque tiene una extensión limitada, solo se usa en España. En el diccionario existen 93.000 vocablos y el índice de frecuencia de este es bajo.
¿Hay disputas entre ustedes?
Las disputas se dan a la hora de definirlas porque después se consultan con las 22 academias de la lengua española.
Si la lengua está viva, cambia, ¿se puede decir entonces que se habla bien o mal?
No se puede generalizar. Los hay que sin formación académica alta, son muy expresivos y correctos hablando y otros que con estudios, lo descuartizan.