“El edificio más reciente que hemos encontrado es el que corresponde a los asirios, cuando Sargón II en el año 720 a.C. conquista esta región de Samaria y destruye este lugar”, explica a Efe uno de los codirectores de la excavación del yacimiento, Juan Luis Montero Fenollós, de la Universidad de A Coruña.
Montero comienza por el final, el estrato superior con los restos de la última ciudad que hubo en este emplazamiento del distrito de Tubas, de las varias que se erigieron durante los siglos en los que ha estado ocupado, entre el año 600 a.C. y el 8500 a.C. El yacimiento había sido excavado parcialmente a partir de 1946 por el arqueólogo francés Roland de Vaux, un dominico fallecido en 1971 que dirigió también la investigación de los Rollos del Mar Muerto, pero quedó abandonado en 1960, hasta la llegada el pasado año de este equipo internacional, el único con españoles que trabaja en proyectos arqueológicos en Palestina.
Con la primera intervención que realizaron, los componentes pusieron el yacimiento a punto y “lo devolvieron a la historia”. Los trabajos actuales se extenderán en principio hasta el año 2021. “Lo fundamental es documentar todo muy bien. Una excavación es una destrucción. Cada estrato es como una página de historia pero solo se puede leer una vez”, revela Montero sobre el desenterramiento que irán haciendo, que permitirá estudiar desde la Edad de Hierro hasta la que se supone primera revolución urbana de la región, en el 3100 a.C.
La Universidad de A Coruña, la Universidad Nova de Lisboa y el Ministerio palestino de Turismo y Antigüedades trabajan en conjunto en este proyecto que fotografían con drones y plasman en dibujos. Todo es cotejado con los documentos elaborados por los franceses y también con las hipótesis bíblicas que hay en torno al emplazamiento, como identificarlo con la ciudad de Tirsa, citada en el Antiguo Testamento. Pero Montero, y el también codirector Francisco Caramelo, de la Universidad Nova de Lisboa, solo quieren hablar de “arqueología, sin el apellido ‘bíblica’”.
La ambición de desentrañar las 18 hectáreas de yacimiento, ubicado junto al campo de refugiados palestinos de Al Fara, tiene también un objetivo de desarrollo local: los arqueólogos consensúan con las autoridades locales la organización de charlas y visitas escolares. “Llevar un poco de normalidad de carácter científico y académico a una zona que sufre tanto también es importante”, destaca Montero.