A David Morago, las visitas de niño al Museo de la Historia Natural le marcaron mucho. Lo tenía cerca de casa. Por eso, los fines de semana caminar entre leones hieráticos y esqueletos de especies extinguidas era tan normal como hacerlo entre los caniches del barrio. Si a eso se le suma que su familia conocía al director, esto sitúa al pequeño metiéndose por las tripas del edificio para descubrir en los almacenes un montón de láminas antiguas, “había un montón de carpetas y animales por piezas”.
Se quedaron ahí, en el subconsciente, y cuando se hizo mayor y agarró un pincel, todo ese mejunje salió de nuevo a rodar. Ayer lo trajo a Moret Art en forma de grandes lienzos, donde los bisontes se abrazan a los tiburones y pueden llegar a los tres metros de largo. Están prácticamente retratados a escala natural porque David explica que trató de reducirlos, pero “perdían la fuerza”.
Los definitivos imponen e “Hymalaya gold” es un paraíso animal en blanco y negro, donde uno se mueve ante la atenta mirada de los bichos que saludan de frente o de lado.
No hay acción. Tampoco hace falta porque como en los buenos libros, es el lector quien lo completa en su cabeza. Morago se limitó a elegir los animales, lo que quería pintar y ellos conforman el tema principal de una muestra con la que pone por primera vez un pie en la galería de la calle de Uruguay: “Tocaron mi infancia, muchos son también por los libros de safaris que leí”.
En este caso, son especies de tierra árida, al contrario que en su anterior etapa, donde se fue a la selva para recoger a las cacatúas y otras primas exóticas en su entorno.
En “Hymalaya gold” el protagonista manda. Él es el que lleva al cuadro a ser una cosa u otra. Apenas hay atrezo. Cerca, sitúa otras piezas más pequeñas que redondean el discurso y dan pie a jugar. Responden a presencias geométricas que guardan cierta similitud con los que tienen patas. Por eso pone a bailar a la cebra con un trapo de rayas: “No es solo una exposición de animales”.
Son recuerdos, ironía y lectura doble porque David no quiere aclarar el significado del título que atiende a una planta con valor medicinal: “Que lo busque cada uno, que yo ya tengo bastante con leer mis mensajes”, dice entre risas.
Hasta el 7 de junio, los coruñeses pueden montarse en un todoterreno ficticio y recorrer el otro hemisferio a través del reino animal. Como toque final, en la entrada, coloca a una figura que da la bienvenida. Como un puente con el mundo más próximo, el de todos los días, el curioso entra y se sienta pequeño y a la vez libre para moverse entre presencias. Impactado por la monumentalidad de las obras: “Es como si la parte más auténtica y salvaje del mundo que habitamos cobrase protagonismo para ayudarnos a tomar distancia de las imágenes efímeras que nos invaden en el día a día”, explican desde Moret Art.
David Morago asegura que los animales siempre estuvieron ahí. Por épocas, se ocultaron entre lo verde o detrás de las palmeras que se trajo de souvenir de su momento marroquí para dejarles entrar cuando pidieron paso.
Trayectoria
El madrileño viene a la ciudad pegado a un curriculum de exposiciones individuales y colectivas tanto a nivel nacional (Madrid, Santander, Barcelona, Vigo) como internacional (Francia, Portugal, Canadá) además de ferias como la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Singapur, Artexpo de Barcelona, la Feria de Arte Contemporáneo de Estrasburgo, Le Salon du Montreal y la Feria de Arte Moderno de Oporto.
En su vitrina tiene el primer premio en el XXII Certamen de Dibujo Gregorio Prieto, el Ciudad de Alcázar, el Certamen Nacional de Pintura en el Parque del Buen Retiro o el de Boadilla del Monte. La exposición es una buena escusa para conocerlo.