el Presidente legítimo del legítimo Gobierno de España está logrando no sorprender a nadie. El cupo de la perplejidad se está agotando hasta el punto de que ya está extendida la percepción de que todo es posible, que a todo se atreve y que la hora de responder a preguntas se agarra de manera hábil pero muy hilarante a aquello de a donde vas, manzanas traigo. Prueba de ello fue la rueda de prensa del pasado martes con la que rompió su silencio casi monacal y alejado, muy alejado, de las exigencias que él mismo lanzaba a su antecesor Mariano Rajoy.
Pedro Sánchez, en sus comienzos de mandato ha dejado un mensaje claro: aquí mando yo. Y manda por encima de lo que el sentido común hubiera indicado, al menos, en lo que a la designación de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. Se agarró el Presidente a la legalidad de la propuesta. ¡¡Solo hubiera faltado que su propuesta no se ajustara a la ley!!.
Pero aquí no se trata de legalidad que se da por supuesta, máxime cuando se trata del Jefe del Ejecutivo. Lo legal, en ocasiones, puede resultar muy antiestético. Y eso ha sido el elemento fundamental de la designación: es claramente antiestética, máxime cuando se hincha la boca hablando de las instituciones del Estado. Las instituciones requieren de cuidado, de mucho cuidado y al Presidente le ha faltado el mimo suficiente para cuidar de la fiscalía general del Estado. La propuesta es legal, pero no se sostiene desde el punto de vista de las formas. Pasar del Consejo de Ministros a la Fiscalía General del Estado suena a provocación y, lo que es peor, crea un precedente sin parangón. ¿No hay en toda la carrera fiscal un fiscal o fiscal digna de ese nombramiento preservando algo fundamental como es la apariencia de imparcialidad?.
Sánchez era bien consciente de lo que se venía encima. Dolores Delgado, también. La diferencia está, probablemente, en que a Sanchez, curtido ya en muchas batallas, le importe poco o nada lo que se diga o se escriba pero no sé hasta que punto va a ocurrir lo mismo con Dolores Delgado. De todos modos, la ya ex ministra de Justicia ha tenido en su mano decir que no. Con todo, lo que resulta digno de resaltar es el relato establecido no sólo por los socialistas, sino por los ministros de Podemos que han acatado la orden sin rechistar. Les vale, según el Vicepresidente Iglesias, que Delgado pidiera disculpas por la famosa e impropia conversación con Villarejo. Otro precedente: se piden disculpas y asunto zanjado.
Pero volviendo al relato tan bien organizado es que el problema no es el gesto del Presidente recordando quién manda, sino que al final el problema es que el PP bloquea. Esto del bloqueo es el nuevo mantra del Ejecutivo que le sirve para un roto y un descosido. El actual Gobierno tiene claro que el problema no es el alcance de sus decisiones, sino la irresponsabilidad del PP que quiere bloquearlo todo. Lo malo es que hay muchos, que sin matiz alguno, se lo cree.
Habrá que esperar a que, en serio, se abran las negociaciones para renovar el CGPJ que en cuestión de horas parece haberse convertido en el problema nacional número uno y ver que posición definitiva toma el principal partido de la Oposición, ahora sorprendido por la posición de Vox dispuesto a negociar el nuevo CGPJ.
Si, efectivamente, el Gobierno quiere negociar la renovación del órgano de gobierno de los jueces, tendrá que plantearlo de manera oficial, invitar oficialmente al PP a sentarse a la mesa y entonces será el momento de juzgar, con rigor y datos que vayan más allá de las declaraciones, la posición del principal partido de la oposición.