En una cosa tiene razón Aznar: Pablo Casado es el presidente del PP que más difícil lo tiene. Tiene, al mismo tiempo, que templar gaitas dentro y fuera de las paredes de Génova, presentarse como alternativa tratando de sumar haciendo frente, no tanto al PSOE, que también, como a esos millones de votos que o bien sean quedado en casa o han visto en Vox un nuevo refugio.
Casado hizo cuentas muy pronto. “Así no ganamos”. Pero sus ofertas cayeron en saco roto. Ni Vox ni Ciudadanos querían perder territorio ni perfil. Así fue hasta que llegaron las elecciones y dieron la gran sorpresa de una severa derrota de Ciudadanos. A este partido todos le han atribuido el papel de bisagra pero, como es natural, Albert Rivera se resistió a ello. Quiso liderar la derecha, comerse a Pablo Casado y al final ha ocurrido, porque así lo decidieron los ciudadanos, que el PP es el líder, ya indiscutible, de la derecha.
De esto se ha dado cuenta Inés Arrimadas. Mujer joven, batalladora y que tiene sobre sí la responsabilidad de sacar del hoyo a su Partido. La tarea es ingente y ha sido el pragmatismo y su decisión nunca abandonada de plantar cara a los nacionalismos, lo que le ha llevado a plantear a la gestora de su partido, primero y luego al Congreso de Marzo, su propuesta de acuerdo con el PP y con todos aquellos que se quieran sumar para optimizar resultados en Galicia, Cataluña y País Vasco.
En política no es seguro que dos y dos sumen cuatro, pero lo que sí es cierto es que siempre hay no pocos votos que quedan perdidos, que ni dan victorias ni agrandan fracasos. Solo se pierden.
La decisión de Arrimadas podría parecer una enmienda a la totalidad a la política de Rivera pero es fruto de la necesidad. Un acuerdo electoral con el PP tiene para Ciudadanos -más que para el PP- sus riesgos, pero su mayor riesgo, el peligro cierto de Ciudadanos es, sencillamente, desaparecer.
Vox ni está ni se le espera. En un alarde de soberbia innecesaria se han mostrado encantados creyendo que así tienen más terreno libre. No puede Vox evitar hacer oposición al PP. Abascal debería mirarse en Rivera. Ese Rivera altivo y soberbio, que criticaba al PP con tanta o más fiereza que al PSOE. Debe mirarse en ese Rivera que quiso comerse a Casado. Debe mirarse y sacar conclusiones. También Ciudadanos tuvo en la legislatura anterior un extraordinario resultado y el PP ha pasado de la mayoría absoluta a poco más de 80 diputados. Abascal no debería, como no debió hacerlo Rivera, creer que con ellos comienza el mundo y mucho menos infravalorar al PP que pese a sus malos resultados continúa siendo una maquinaria potente.
Inés Arrimadas ha tenido que deglutir la amargura de una derrota inesperada para entender la realidad. Ahora es cuestión de tiempo, inteligencia y generosidad si tanto Ciudadanos como PP quieren llegar a un acuerdo y si no saben cómo hacerlo que miren a su izquierda. Eso es disciplina, inteligencia y complicidad.