En una de sus salidas de pie de banco el gallego Rajoy acaba de decir: “Yo amo profundamente la estabilidad”. La sentencial frase, un dechado de pragmatismo político, la pronunció don Mariano en el adusto edificio de El Escorial –“sacros, altos, dorados chapiteles”, que diría Góngora– y después de cuya sentencia se quedó tan fresco. Ahora los españolitos se preguntan qué significa para Rajoy “estabilidad”. Felipe II amaba la estabilidad y se pasó la vida y el reinado de guerra en guerra. Hace pocos días Rajoy se reunió con Aznar, en la clausura del Campus de FAES, y aunque no lo dijo, bien podría haber repetido la frase que pronunció Felipe II ante el retrato de Fernando el Católico: “A él debemos todo”. Y ciertamente tanto Rajoy como el mismísimo PP a Aznar deben todo. Todo lo que ahora los peperos pueden perder. Ahora, Rajoy tiene que evitar un suicidio de su partido y debe hacerlo a lo largo del verano, haciendo si cabe más política y menos economía. Haciendo él y obligando a hacer a su mariachi. Y dice Rajoy que no habrá referéndum en noviembre, pero no dice cómo lo evitará. De entrada ya ha pedido al PSOE que se comporte como otro Rubalcaba, para que no peligre esa estabilidad.
De entrada ya ha dicho Rajoy que confía en que los socialistas aborden al unísono con los populares “el tema de Cataluña”. Dicho de otra manera: que a ver si al PSOE se le ocurre algo o, por lo menos, que apoye lo que Rajoy saque de su propio caletre.
Mientras, todo el mundo habla todavía de la educadísima frialdad con que se condujeron Aznar y Rajoy en la clausura del Campus de FAES. Despechugado el presidente del Gobierno y perfectamente encorbatado el expresidente Aznar, que en materia de “dandismo” todavía hay clases. Aznar pidió a Rajoy que no “le entre fatiga” y Rajoy, siempre sin apearse de la burra, acertó a decir: “Amo la estabilidad y eso significa lo que todos sabemos que quiere decir”. Y se quedó tan fresco.
Posiblemente, el españolito de a pie no entendió nada o muy poco, pero don Mariano, zorro y prudente como la serpiente, supo, quiso y pudo permanecer fiel a su espíritu cotidiano: “Todo más oscuro, más encriptado, más denso”. Cuanto menos se entienda, mejor.