Es sabido que en este país existe una tendencia natural a resolver todos los problemas con una ley. Con la regulación del teletrabajo el Gobierno ha optado por la vía rápida, aprobar la normativa en el Consejo de Ministros. Sea como ley o como reglamento, me pregunto hasta qué punto la regulación servirá para resolver los aspectos más nocivos del llamado teletrabajo, tal y como ha sido aleatoriamente implantado.
Partiendo de la base de que la situación personal del trabajador es determinante a la hora de valorar el sistema y que habrá muchos que estén encantados de sus beneficios, mi intención es referirime al teletrabajo y la conciliación. Recuerdo que hasta hace siete meses la flexibilidad horaria y el teletrabajo formaban parte de las medidas imprescindibles para una conciliación eferctiva, que favorecíeran la igualdad laboral entre sexos. De hecho, en los planes de igualdad de las empresas ambas medidas figuraban entre las prioritarias para cumplir con los objetivos de igualdad real entre hombres y mujeres.Hoy creo que deberíamos quitarles esa categoría o, al menos, repensar su implementación. Es cierto que nadie había imaginado una situación como la que hemos vivido, pero tampoco nadie nos asegura que no se vuelva a producir. Por tanto es necesario aprender de la experiencia y corregir el tiro.
El teletrabajo es incompatible con la conciliación, es la conclusión de gran parte de las mujeres madres y profesionales que a partir del 15 de marzo pasaron a trabajar desde casa. La gran mayoría de estas profesionales han sido firmes defensoras del teletrabajo, pero la experiencia vivida durante el confinamiento ha resultado, en muchos casos, traumática.
Al trabajo profesional se ha añadido el rol de docente de los hijos en edad escolar, que casi siempre recae en la mujer. Pensar que el modo online sería la solución educativa ha sido un inmenso error: ni los docentes, ni los alumnos, ni los contenidos están adaptados para abordar con seriedad una formación telemática. La pandemia, el confinamiento y la desescalada sin vuelta a los colegios de forma presencial ha formado la tormenta perfecta: teletrabajo, tareas domésticas, deberes y estudio de los hijos se han traducido en jornadas interminables con niveles de presión a veces insoportable.
No era en esta fórmula de teletrabajo en la que pensábamos cuando hablábamos de conciliación. Para miles de mujeres esta alternativa se ha convertido en una trampa que sólo ha servido para acrecentar su carga de labores en el hogar. Es de esperar que el Gobierno no olvide que con covid o sin él la conciliación sigue siendo un factor determinante para la igualdad real entre sexos.