La foto demográfica de A Coruña es clara, los mayores son el grupo poblacional más numeroso. Hace 10 años era 49.000 los mayores de 64 años, un 20% del total, hoy son 59.000, sobre la misma población, 244.000, un 24% del total. La tendencia creciente es firme. Es decir, la ciudad necesita repensar su relación con las personas mayores.
Desde hace años están en marcha infraestructuras y programas asistenciales como residencias y centros de día (ambos escasos), hospitalización a domicilio, transporte adaptado, comida sobre ruedas, cheque comedor, teleasistencia y la ayuda a domicilio. En los centros cívicos hay múltiples actividades de dinamización, desde yoga y ganchillo, hasta senderismo, teatro o baile de salón. También la obra pública minimiza problemas de movilidad, con nuevos ascensores o reformas en pisos para la accesibilidad ante la aparición de una silla de ruedas.
No son pocos los programas municipales que se destinan a mayores (todos iniciados con gobiernos socialistas). Pero no han evolucionado, no hay innovación social, no se crean espacios para afrontar esa realidad de forma alternativa, creando valor, resolviendo las nuevas problemáticas. Hay múltiples actuaciones, carentes de proyecto, que deberían formar parte del ideario político en las actuaciones de mejora del bienestar de los mayores. Por ejemplo, abordar el problema de la soledad. Ser mayor es un derecho, pero también un hecho y ese tránsito merece más atención. Hay ONG que se preocupan de los mayores con voluntariado en programas como la ayuda a domicilio complementaria. Ayuntamientos socialistas como Vigo lo apoyan desde los servicios municipales. Aquí, de momento, ni estamos ni se nos espera.
Hay un problema silenciado de maltrato a mayores, derivado de la discriminación por la edad, que no se afronta. Lo vemos claramente en ámbitos como el profesional, que aparca valores como la experiencia. El maltrato tiene múltiples formas, como la económica y los timos, el abandono o la negligencia en los cuidados. Deberíamos desarrollar proyectos que lo vigilen y atenúen. Ahí el voluntariado social también es determinante
Un claro ejemplo de la pérdida de foco sobre los mayores son los presupuestos participativos de Marea, que solo se activan por internet. Parece que obvian la existencia de la brecha digital, sin tenerla en cuenta. La discriminación tecnológica con los mayores es otra realidad y no es aceptable que desde lo municipal se agrande.
Fomentar el envejecimiento activo genera múltiples beneficios que cuantificados dejarían sin argumentos la perorata de las estrecheces presupuestarias. Alimentación saludable, ejercicio específico, ocio activo, proyectos más complejos como la teleasistencia inteligente, pisos estudiante-mayor, o pisos compartidos entre mayores son algunos. Pero luego, es importante fortalecer las organizaciones de mayores, como Xirxilar, la UdP, o los clubs de los centros cívicos. Tenemos que crear cauces formales de transferencia de conocimiento y de necesidades de los mayores hacia el Gobierno de la ciudad. Unos mayores activos y corresponsables de su espacio vital, que sean escuchados, valorados y atendidos, son un privilegio para toda la sociedad y eso, a la hora de hacer ciudad, hay que tenerlo muy en cuenta, no solo cada 4 años.