Por “las sin sombrero” se conoce a un grupo de mujeres, artistas y pensadoras, que brillaron dentro de la Generación del 27. Toman el nombre de un gesto de rebeldía en plena dictadura de Primo de Rivera. Paseaban por la Puerta del Sol cuatro referentes del 27, Margarita Mallo, Maruja Manso, Federico García-Lorca y Salvador Dalí, cuando decidieron quitarse el sombrero como protesta de la intelectualidad ante la opresión sobre el pensar. Por extensión se tradujo en una reivindicación liberalizadora del papel de la mujer. Que lo hicieran hombres todavía, pero, ¡mujeres! Fueron apedreadas por el vulgo por romper las costuras del estricto corsé moral de la época: ¡Pasear sin sombrero!
Este grupo deslumbrante de mujeres pasó prácticamente desapercibido en la historia cultural contemporánea de España, sin formar parte de la “nómina oficial” de nombres de la Generación del 27, compuesta solo por hombres.
Cada una de “las sin sombrero” tiene una historia fascinante, pero hay una que te atrapa, la de Margarita Gil Roësset. Un prodigio que, ya de niña, deslumbraba por la fuerza de personajes mágicos en sus ilustraciones. Hay quien destaca que inspiraron a Saint-Exupéry en El Principito. Muy joven saltó a la escultura, dejando a la crítica atónita. Maestros del arte se negaban a enseñarle la técnica para no viciar la esencia de su genialidad autodidacta. Desgraciadamente de su obra solo se conservan 17 esculturas. Antes de quitarse la vida a los 22 años, quizás por su amor no correspondido a J. R. Jiménez, destruyó los trabajos de su taller.
Esta semana España fue un clamor reivindicando igualdad. Es una realidad incontestable la necesidad de pautar cambios para promoverla de la mano de desarrollos legislativos. El techo de cristal es evidente en espacios culmen de profesiones o del poder: academias de ciencias y artes, poder judicial, consejos de administración de cotizadas, altos niveles de la administración, política, premios y reconocimientos,...
En el Salón de Plenos de María Pita cuatro mujeres se señalan en el techo cristalera-mural que cobija las deliberaciones municipales, recordándonos el valor de la mujer en una ciudad con nombre femenino. Allí están los nombres de María Pita, Rosalía de Castro, Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán.
El cambio no hay quien lo pare. La pasividad en el statu quo social, la inobservancia de las normas, las estadísticas cotidianas de violencia machista o la brecha salarial pasarán al primer plano de la agenda del país después del 8 de marzo. El trato a la igualdad colmó la paciencia. Pienso que poco más se puede hacer con quien hoy gobierna el país y que, más que nunca, necesitamos otra sensibilidad al frente capaz de hacer que las cosas pasen.
Y tránsitos sociales de esta magnitud necesitan símbolos y la historia (oculta) de “las sin sombrero” puede ser uno de ellos. Cuando te desgranan sus obras, sus logros, su fuerza y coraje en tiempos duros, interiorizas la necesidad de avanzar en el cambio. Lástima que su papel en la Generación del 27 no forme parte del currículum escolar, esto también lo tendremos que cambiar.