Frente al creciente malestar e indignación, fruto de una política ante la crisis consistente en recortes de servicios, derechos y libertades a la mayor parte de la sociedad, la respuesta de nuestros gobernantes es más criminalización y estigmatización de la protesta, que el ciudadano tenga miedo. Miedo a quedarse sin trabajo, sin hogar, a no poder pagar la hipoteca, sin la custodia de sus hijos al no tener donde vivir, a salir a la calle, a parar un desahucio, a defender a familias que lo han perdido todo, que han sido estafadas por la banca, a ocupar plazas públicas o convocar una protesta por Internet en nombre de la democracia, a defenderse en los tribunales…
Con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana a partir de ahora se sancionarán draconianamente las conductas de quienes salen a la calle a luchar por sus derechos, y la seguridad privada podrá perseguirle y detenerle en las mismas condiciones que cualquier agente de la autoridad. Y, si no fuere suficiente, la reforma del Código Penal se endurecerá todavía más, con unas penas que en absoluto pueden tildarse de blandas con condenas de hasta 40 años de prisión, y la creación de nuevos tipos delictivos, como los que limitan los derechos a la libertad de expresión e información, y otras “novedades” como la cadena perpetua.
Con el Poder Judicial totalmente controlado, y un Ministerio Fiscal a la medida, se impone evitar el atisbo de cualquier amago de acción popular de descontento, por democráticas que sean sus expresiones. El enemigo no es otro que el ciudadano, fundamentalmente las clases medias, presas fáciles, que, a diferencia de las trabajadoras con sus sindicatos y larga experiencia de acción colectiva, carecen de asociaciones orientadas, de verdad, a la defensa de sus intereses. Sus miembros se enfrentan solos a los embates de la crisis, desclasamiento, y miedo a lo desconocido, y, cariacontecidos, vuelven la vista hacia los poderes públicos para que les devuelvan la bonancible y ordenada situación anterior. No son pocos los que sienten que cualquier tiempo pasado fue mejor, y piensan en salidas autoritarias, antisistema, ultranacionalistas… El “efecto boomerang” de la política del miedo. No es para tomárselo a broma.