Este viernes estuve en Oporto, una de la ciudades europeas en ebullición. Sin entrar en estadísticas, es llamativa la sensación de frenética actividad económica que se percibe, especialmente turística. Lo traigo a colación porque me llamó la atención lo fácil que me fue llegar con el Google Maps al parking que hay en el meollo, frente a la catedral. Introduces destino y plas, la virtualidad hace su papel, llevándote con precisión milimétrica a donde pretendes. Me acordé, como no, de A Coruña, en donde los turistas que nos visitan en coche hacen el mismo ejercicio. Escriben su destino y lo siguen fielmente con un ojo puesto en el móvil y otro en la carretera. Pero el móvil no avisa de la trampa y muchos no se dan cuenta de las señales de prohibido el paso a turismos que nuestro “halcón vigilante de la movilidad” puso en la entrada por la Marina, sobre todo si llegan detrás de un bus o taxi. Ya van 40.000 multas en menos de un año y subiendo. Y sí, está prohibido circular por allí, nadie lo cuestiona, pero, por favor, seamos consientes del daño que causan tantas multas.
Cuando pretendes ser referente en turismo y el área principal de flujo de visitas tiene un problema de este calibre, lo mínimo es actuar para paliarlo con carácter inmediato, instalando señales más claras (que las hay) o elementos disuasorios de otro tipo. Pero nooo, están “felices” con la recaudación, obviando el perjuicio en clave ciudad. Luego habrá quien diga que los hilos de comentarios en las principales redes sociales de reputación turística no valen para nada, pero cuando te crujen con razón mala cosa.
Algo parecido pasa con el turismo de autocaravana. Hace ya tres meses, con tiempo suficiente para enmendarlo, denunciamos in situ la lamentable situación en la que se encuentra el parking municipal para estos vehículos en el Portiño. Sí, allí también te lleva el Google Maps. Un sitio idílico por su amanecer frente al mar, se convierte en un espacio de terror en el que solo los más osados se atreven a pernoctar y siempre que sea absolutamente necesario, en su defecto escapan pisando a fondo. La caseta de los lavabos parece sacada de una película de Mad Max. El hilo de los comentarios y recomendaciones de autocaravanistas en sus redes, muy activas entre ellos, ya nos lo podemos imaginar. De vergüenza para arriba.
Y ya no digamos el caso de los miles y miles de cruceristas. Otras ciudades los tratan como lo que son, pequeños “embajadores” del puerto escala, que comparten en redes su experiencia, haciendo efecto amplificador de bondades o defectos. Pero como al Concejal del área les parecen turistas “low cost” ni caso les hace. Así andan, “mendigando” mapas de la ciudad.
En turismo el cuidado de los detalles decanta la balanza hacia el éxito o fracaso de una estrategia. Obviarlos es un tremendo error. No se notará a corto plazo, pero lentamente languidecemos y, aunque duela, las redes ayudarán a contarlo.