Con el estilo entre histórico y literario que lo caracteriza, Stefan Zweig relata en su reconocida obra “Momentos estelares de la Humanidad” la conquista - mayo 1453- de Constantinopla, capital de la vieja Bizancio, última y magnífica piedra preciosa de la corona imperial de Constantino y Justiniano, capitaneada por el joven nuevo sultán de los turcos Mehmet II.
En la tarde de aquel 29 de mayo un imán sube al púlpito de Santa Sofía, la más bella catedral del cristianismo romano oriental, y desde allí proclama el credo mahometano, mientras el gran sultán vencedor, con el rostro vuelto a La Meca, recita la primera plegaria a Alá. En adelante y hasta 1934 en que fue transformada en museo, la icónica basílica le estará dedicada como mezquita.
Cinco siglos largos más tarde, los versículos del Corán han vuelto a sonar allí. Reconvertida por decreto presidencial al culto islámico, el propio Recep Tayyip Erdogan, equipado con casquete y mascarilla, abrió la semana pasada el rezo de los viernes con la lectura del primer capítulo del libro sagrado. Cumplía así “un sueño de juventud”.
La ceremonia fue televisada en directo a todo el país. En las imágenes podían verse en los alrededores del templo a miles de ciudadanos, muchos de ellos portando camisetas y pins especiales con los rostros de Erdogan y Mehmet II, conquistador, como digo, de la hoy renombrada Estambul.
Este ha sido el mensaje de fondo de la efeméride celebrada: se vivía una segunda conquista de la ciudad y de lo que ella significa. El presidente de la Dirección de asuntos religiosos fue el encargado de dirigir el rezo. Situado en los escalones de acceso al elevado nimbar del enorme recinto desde donde suelen hablar los imanes, proclamó que “el Islam crece y los turcos están construyendo un nuevo futuro”.
Periodistas cercanos al presidente han contado que la noche en que firmó el decreto de reconversión de museo a mezquita, no pudo dormir hasta el alba por mor de la emoción que lo embargaba. Y es que todo lo que rodea la conquista de Estambul y la posesión de Santa Sofía es un asunto fetiche para los islamistas.
Se trataba de un “derecho” de conquista. La iniciativa de Erdogan no parece tener causa u origen en necesidades religiosas. Más de tres mil mezquitas se cuentan en la populosa Estambul. Todo apunta, pues, a una decisión política.
Las reacciones intereclesiales no se han hecho esperar. El patriarca ecuménico de de la Iglesia ortodoxa, Bartolomé I, ha lamentado que la reconversión de Santa Sofía en lugar de culto islámico va a terminar con el espacio de encuentro que suponía entre Oriente y Occidente, mientras que el papa Francisco se ha mostrado “muy dolido” por la decisión y en Grecia las campanas de las iglesias doblaban en señal de duelo por lo que se considera una “apropiación indebida” cultural y espiritual.