Si a principios de verano la previsión era que España recibiría 50 millones de turistas menos que en 2019, los rebrotes de contagios por el covid 19 y los consiguientes anuncios de cuarentenas para viajeros que procedieran de nuestro país han empeorado las perspectivas: cinco millones menos a mayores de las ya sombrías estimaciones iniciales.
En realidad, sólo cinco de los veintiséis países europeos que integran el espacio Schengen no han desaconsejado viajar a España o a determinadas comunidades autónomas por temor a la expansión de la enfermedad. Los demás o lo han hecho o han impuesto las referidas cuarentenas de turno. El caso es que en plena temporada alta como es el mes de agosto en curso no parece haber esperanzas razonables de recuperación.
La epidemióloga Clara Menéndez, una de las veinte firmas de la carta publicada en la reconocida revista médica británica The Lancet y a la que el Gobierno no ha prestado el debido caso, afirmaba días atrás que la gestión de la pandemia estaba siendo aquí un auténtico caos. “Hemos perdido –aseguraba- el mando; el timón ya no lo lleva nadie; para mí es un barco que está completamente a la deriva”. ¿Con esta imagen que trasciende fronteras, cómo extrañarse de que tantos países hayan sacado a España de su lista de territorios turísticos seguros?
Según Funcas, la Fundación de estudios de las Cajas de ahorro, entre 2 y 2,5 puntos del retroceso que en 2020 experimentará el PIB español –el más grave de la Unión Europea- estarían asociados al turismo. Y sin que los viajeros nacionales puedan compensar el desplome de los foráneos.
Así las cosas y de acuerdo con estimaciones especializadas, de los 83,7 millones de turistas internacionales recibidos el año pasado pasaremos a los 29,4 millones. Y por malo que parezca el dato, todavía podría ser peor si continúa la oleada de contagios que se está produciendo o entramos de lleno en la más que temida segunda edición de la enfermedad, con todo lo que en cierre de fronteras aéreas y paralización económica puede conllevar.
Se trata, en definitiva, todo un vuelco en el sector, del que cuelgan un 12 por ciento del PIB nacional y 2,6 millones de empleos directos, amén de las enormes repercusiones que tiene y tendrá sobre el empleo en general, el valor añadido de la hostelería, el comercio y las actividades de ocio y recreación.
Pensando muy especialmente en el turismo, el Gobierno tiene en cartera prorrogar los ERTEs hasta, al menos, finales de año. Desde Moncloa aseguran que hay voluntad y consenso para ello y que será en el marco del diálogo social donde se ponga fecha y efecto. Lo que piden las empresas es que ello no se demore o, al menos, que no suceda como en ocasión anterior: que la prórroga se produjo sólo tres días antes de que expirara el plazo.