La tarea de convencer a las empresas para que apliquen medidas que incentiven la igualdad real en sus plantillas es ardua.
En Galicia más si cabe. Sabemos de sobra que nuestro tejido empresarial está conformado por pequeñas y medianas empresas, más pequeñas que medianas.
A las compañías y, sobretodo, a los empresarios lo que les quita el sueño no es si tienen más mujeres en la plantilla o no, si deben aplicar medidas de conciliación y flexibilidad de horario o si cumplen escrupulosamente con la igualdad de salarios.
Ojalá fuese así. Son los otros problemas, las ventas de sus productos o servicios, los contratos, créditos, costes, el pago a sus proveedores y los impagos de sus clientes, todo ese enjambre de factores que hacen que una empresa de beneficios o se vaya a la ruina, son los que se convierten en el quebradero de cabeza cotidiano.
La legislación, además, no les obliga a nada, o casi nada...Los planes de igualdad sólo son obligatorios para las empresas de más de 250 trabajadores, muy pocas en Galicia.
Es un documento que, en muchos casos, las grandes compañías elaboran por imperativo legal y que una vez hecho se guarda en un cajón. Nadie vendrá a vigilar si se cumple o no. Ni siquiera los sindicatos, institución masculina donde las haya.
Y sin embargo hasta que no seamos capaces de llevar la igualdad a la empresa no seremos capaces de resolver la falta de equidad general que existe en nuestra sociedad. Nunca he creído mucho en las imposiciones, aunque reconozco que a veces la obligatoriedad puede dar buenos resultados, véase la ley anti tabaco, o las campañas de tráfico que acaban por civilizarnos a golpe de multa.
Pero en este asunto hay que dejarse de medias tintas. Lo que no se puede hacer es obligar a las empresas e instituciones a elaborar planes de igualdad y luego ser incapaces de vigilar su cumplimiento o de sancionar su falta de aplicación.
Eso es trabajar y gastar recursos para muy pocos resultados. Diría que es necesaria la obligatoriedad pero nunca de manera exclusiva. Es preciso incentivar.
Los empresarios deben comprender los beneficios que acarrea a la empresa la aplicación de medidas que favorezcan la equidad, ya sea en una empresa de 300 empleados o en una de 5. La flexibilidad horaria o el tele trabajo, son medidas que no ponen en cuestión la productividad, muy al contrario, la pueden incrementar. El síndrome del presencialismo es, para muchos sectores, un lastre que resta competitividad.
Es verdad que la gestión empresarial después de la tremenda crisis que hemos sufrido no es fácil, es cierto que muchos sectores aún no se han recuperado del todo pero ese no debe ser una excusa para aceptar que los tiempos cambian y que uno de esos cambios tiene que ver con el papel de las mujeres en las empresas.