El “inglesajo”

El español, nuestra lengua universal y así universalmente conocida en el mundo, aquí castellano para no hacer de menos a otras lenguas también españolas como el gallego, el euskera o el catalán, está sufriendo un ataque político sin predecentes. Los separatistas saben que es la argamasa de la nación y por ello se lanzan, sin importarles el daño que infligen a sus propios hijos, a arrancarlo de cuajo y de raíz. Ahora con la ayuda del sanchismo rampante y de un partido cuyas siglas son ya un mentira en sí mismas.

De esa agresión algo se ha hablado. Mucho poco para la gravedad de la agresión y con clamorosas ausencias de lo que se vino en llamar intelectuales y que, salvo excepciones señeras, si la causa no tiene la bendición de la tiranía progre de los abajo firmantes se guardan muy mucho de abrir el pico. De hecho y en esto los académicos de la lengua siempre tachados de caducos han tenido mayor coraje y no digamos ya que el comisario político colocado al frente del Instituto Cervantes y que ha negado hasta la existencia del ataque.

Pero y con ser penosa no es esta la única ofensiva a la que el español se enfrenta. Hay otra que día a día se mete por todos los poros y la infecta. Por un lado el empobrecimiento de su vocabulario cada vez más escuálido entre los jóvenes. Lo que se lee y se escribe en las redes da muestra del analfabetismo, pues prácticamente lo es, de una parte considerable de la presunta generación “más preparada de la historia”. Ya no sólo es una cuestión de ortografía ni de gramática es ya de desconocimiento de las palabras. Asistimos, aquí sí que de manera masiva, a una brutal extinción. Las palabras desaparecen por cientos y por miles y no solo aquellas que por desuso se pierden, sino en la conversación ordinaria donde la dificultad expresiva y la penuria lingüística es cada vez mayor.

Esa es una la otra es la sumisión a la lengua que se entiende como de superior condición en base a su hegemonía actual en los ámbitos de “modernidad”, el inglés. Y en esto se llega a grados de verdadera memez. Pues de la misma forma que en tiempo el que se las quería dar de ilustrado soltaba aquel famoso latinajo, ahora es el inglesajo el que nos persigue y con el que los autoconsiderados culmen de la nueva modernidad nos acosan en abren la boca. No pueden decir tres palabras sin soltarte una entremedias en inglés para dar constancia de su mundo, y ya ni te cuento si llegan los anuncios de colonias en la pantalla, ahora con la cosa navideña en tropel, y uno tras otro y con sugerente voz para venderte le frasco te arrean el inglesajo como colofón final. Supongo que a la intención, nada subliminal, del mensaje publicitario, ahora hay que decir “spot”, es convencerte de que si te echas eso ellos caen muertos y ellas en la cama, se añade la otra de que si te untas con el perfume-elixir, o incluso te lo bebes por la noche, te despiertas sabiendo ingles.

Y si fueran solo los anuncios aún habría consuelo. Pero es que no hay tres, y en determinados ámbitos ni uno solo que se libren en las pantallas de la invasión ni que ante ella no se postren y exhiban su sumisión. Y ese oferente y servil sometimiento lleva a lo que el gran filósofo, teólogo, historiador y maravilloso poeta andalusí, Ibn Hazm o Ben Hazam (Córdoba 994-Montijar-Huelva 1064) de familia muladí, hispanos arabizados y convertidos al islam, su padre fue de la total confianza de Almanzor y le sustituía como visir cuando se ausentaba, dejó escrito al respecto y que bien vale para hoy: Con tal actitud “puede darse ya por segura la muerte de sus ideas y hasta cabe que ello sea causa de la desaparición de su lengua propia, del olvido de sus orígenes e historia y de la pérdida total de sus ciencias”.

El “inglesajo”

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