Ha fallecido José Antonio Quiroga y Piñeyro. Siempre resulta triste despedir a un amigo al que se estima, respeta y admira. Porque estos sentimientos son los que a los demás nos ha inspirado hacia su persona la conducta seguida por José Antonio en todas las facetas de su vida personal y familiar o profesional e institucional.
Nos deja un coruñés profundamente coruñesista, titular de una muy brillante biografía en el mundo de la empresa, que acreditó en la implantación y dirección de importantes grupos multinacionales con los que se dio impulso a la industrialización de La Coruña en los años 50 y 60.
Sus arraigadas convicciones cristianas lo llevaron a dedicar también sus talentos al servicio de la sociedad. Durante 31 años presidió la Cámara de Comercio de La Coruña y como solo él sabía hacer, “vistió el cargo”, proyectando institucionalmente a nuestra ciudad más allá de la realidad de su tamaño y de su importancia económica, llegando a ocupar la vicepresidencia nacional de las Cámaras de Comercio. En todos los importantes viajes económicos al exterior del Gobierno de España que presidió Felipe González, José Antonio era invitado asiduo a formar parte de la delegación oficial. El ministro Solchaga me dijo que su dominio del inglés y del francés junto a su exquisito y elegante control de las formas, lo convertía en un interlocutor extraordinario en aquellas visitas de Estado.
Cuando como alcalde de La Coruña me planteé traspasar la gestión del Hospital Municipal de Labaca, después de las negativas de diversas instituciones, abordé a José Antonio en su condición de Presidente de la Asociación de la lucha contra el cáncer. En una cena en casa de nuestro común amigo, el también inolvidable doctor Moncho Cobián, acordamos todas las condiciones para que bajo la batuta de José Antonio, el hospital continuara su servicio a la salud ciudadana, como así sucedió.
Sería interminable relatar rodas las puntuales intervenciones de José Antonio, respondiendo siempre generosamente a cuantos requerimientos se le hicieron para apoyar, dar impulso o participar en proyectos y actividades de múltiple naturaleza, en las que ponía al servicio de las mismas su incontestable prestigio profesional y su interminable agenda de relaciones personales e institucionales, ganadas ambas realidades en una ejemplar vida, en la que por cierto, nunca jamás de sus labios escuché la más mínima critica “ad personam”, por muy merecida que fuera. Sirva como último ejemplo la asunción por su persona de la presidencia de la naciente Academia Gallega de Gastronomía. En una cena en el “Restaurante Casa Pardo”, primer establecimiento distinguido con una estrella Michelín en La Coruña, acompañado yo de Camilo José Cela, Luis Miguel Dominguín y Rafael Ansón, presidente de la Academia Española de Gastronomía, a instancias de este último asumí la iniciativa de crear la sección gallega de la Academia. Inmediatamente acudí a José Antonio, el cual, como siempre hizo, no rehuyó el encargo y con su bonhomía y amabilidad supo llevar a buen puerto la naciente institución académica.
Decimos adiós a quien fue un modelo de caballero. A Carmina, su esposa y compañera en la vida, su alter ego y a sus hijos, el afecto y el cariño de quienes gozamos de su amistad. Y también a mi buen amigo su hermano Luis Fernando, “Fana”, como él gran empresario y también impulsor de actividades sociales, entre otras la consolidación y proyección del Club de Golf de La Coruña. Ambos, José Antonio y Luis Fernando, son dignos hijos del ejemplo heredado de sus padres, especialmente del carácter emprendedor de su padre.
Descanse en paz mi querido amigo.