la política es la actividad humana dirigida a conseguir la libre y pacifica convivencia social de las personas, para su desarrollo, progreso y bienestar.
La política se dirige a la sociedad que, como decía Oswald Spengler, “se basa en la desigualdad”.
La sociedad, en efecto no es un robot que tenga una programación prefabricada y que la cumpla y ejecute ciega y automáticamente. La sociedad es múltiple y compleja. Está formada por seres humanos individuales que son semejantes, pero no idénticos.
Admitida esa diversidad es lógico que la política aspire a establecer y formular ideas y programas que conciten la libre aceptación de la mayoría, pues la unanimidad solo se logra en aquellas sociedades y regímenes autoritarios y totalitarios, que niegan el pluralismo político y exigen el pensamiento único.
Las democracias pluralistas y representativas, propias de las sociedades libres y abiertas que defiende Karl Popper, se rigen por la ley de las mayorías, pues se considera menos perjudicial que se equivoque la mayoría a que esa esta la que sufra los errores o abusos de un dictador.
Por eso en política se valoran los pactos, acuerdos o consensos, logrados democráticamente y no las unanimidades impuestas coactivamente.
La política no busca “adhesiones incondicionales”; se conforma con el apoyo mayoritario de la sociedad.
Piénsese que incluso en el terreno científico y salvo las evidencia que son ciertas por sí mismas y no necesitan demostración como, por ejemplo, que el “todo es mayor que la parte”, verdades científicas de general aceptación tuvieron que ser corregidas por descubrimientos posteriores, como sucedió con la teoría de que el sol giraba alrededor de la tierra, cuando la verdad es que la tierra es la que gira alrededor del sol. Por eso se dice que “de sabios es rectificar”.
En resumen la política es menos ambiciosa que la ciencia; se basa en el apoyo y respaldo de la mayoría para llevar a efecto sus principios y postulados en beneficio de la población.