o voy a entrar en el debate sobre si el Covid tiene género o no. Los científicos siguen aún investigando si, como las cifras señalan, los hombres son más vulnerables que las mujeres. Lo que sí es innegable es que la crisis económica derivada de la pandemia repercutirá de manera más aguda en las mujeres. Esta afirmación no es producto del mal llamado “victimismo femenino”, sino de la estructura de nuestro mercado laboral, que, de manera endémica, sitúa a la fuerza de trabajo femenina muy por detrás de la masculina. A pesar de que seamos un poco más del 50%, la población activa es mayoritariamente masculina: existen en España 10,5 millones de hombres activos y 9 millones de mujeres. A partir de este datos se derivan otros que nos dibujan un panorama donde las mujeres, en términos generales, están peor situadas.
Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas no dejan lugar a dudas: en los 12 últimos meses, el empleo ha aumentado en 210.100 personas (62.100 hombres y 148.000 mujeres). Supongo que a nadie le extrañará saber que somos las reinas del empleo a tiempo parcial, sólo en este último trimestre el 75% de los contratos parciales fueron femeninos y el 95% de las personas que redujeron su jornada laboral por cuidar a familiares fueron mujeres. Las cifras que se manejan en estos momentos son aún la punta del iceberg. Pensemos que los Ertes están haciendo de salvavidas para muchas empresas y trabajadores. ¿Cuántos de ellos pasarán en breve a un ERE?
También el teletrabajo ha supuesto un flotador, pero con él se ha puesto de manifiesto la dificultad que supone trabajar y conciliar en el hogar. Se nos plantea un nuevo desafío o, mejor dicho, el mismo pero en otro formato: la corresponsabilidad es una asignatura pendiente y ante estos tiempos convulsos y llenos de incertidumbres corremos el riesgo de que se agrave.
Ojalá nos equivoquemos y la crisis generada por la pandemia sea transitoria y nuestra economía se recupere rápido. Pero ahora lo responsable es actuar desde ya para evitar -o en todo caso paliar- las nefastas consecuencias que se avecinan. Si hasta ahora la igualdad entre sexos aún la veíamos lejos, ahora es muy posible que se haga inalcanzable.
Es necesario, por ende, que las políticas de reactivación económica se diseñen teniendo en cuentas que las mujeres arrancan esta nueva fase de recuperación económica con desventaja y que de, alguna manera, es necesario compensar esta desigualdad. De lo contrario nos pasará lo de siempre: que en tiempos de vacas flacas somos las primeras perjudicadas y las últimas en la recuperación. Sería imperdonable que la igualdad real entre sexos quedara aparcada por una visión desequilibrada del escenario post covid.