Ya ha visto la luz la primera encuesta postelectoral del CIS, tras la aún relativamente cercana celebración de los comicios europeos. Y no ha defraudado a nadie. Bueno, sí: a los peperos, que están que fuman en pipa. El fenómeno Podemos y su líder, Pablo Iglesias, siguen subiendo como la espuma. Tanto que en la Escuela de Verano del PP en El Escorial la alargada sombra de Podemos se instauró en las gargantas de los oradores cual mosca cojonera.
Pero volvamos a la encuesta del CIS: la entidad pidió a los españoles que valorasen la campaña de los cabeza de lista y el resultado fue este: el 30,9% de los consultados opinó que Pablo Iglesias realizó una campaña buena o muy buena. Y sólo un triste 9,4% valoró positivamente el trabajo del popular, Miguel Arias Cañete. También hubo azotaina para la socialista Elena Valenciano que se quedó en un miserable 7,1%. Otra pregunta fue: ¿Qué partido tiene una posición más cercana al ciudadano sobre la economía y el paro? El 16% de los entrevistados dijo que el PP. Pero, y aquí saltaron las alarmas, el ¡15,8%! dijo que Podemos, aunque sólo llevaba cuatro meses de vida activa. O sea, “que cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.
El chico de la coleta y su partido están, pues, en una etapa de ascensión irresistible y a ello le ayudan los continuos errores de populares y socialistas. Toda la ciudadanía lo dice: El gran fallo del PP fue dedicar a Podemos su Escuela de Verano e e intentar bombardear con pólvora mojada el bastión de Pablo Iglesias.
Desde un Rajoy a una Cospedal, pasando por un impresentable Floriano que rayó en la mala educación, todos se esforzaron en presentar a Pablo Iglesias como “el demonio del mediodía” y consiguieron todo lo contrario: A cada exabrupto popular, no es que suba el pan, asciende como un cohete la estima de Podemos. Ya se sabe que en este país los ciudadanos se vuelcan siempre en favor de los teóricamente más débiles. Y digo teóricamente, porque si las cosas siguen fluyendo por el camino que llevan actualmente, Podemos va a ser un auténtico árbitro y va a cortar el bacalao.