era demasiado pedir que Iglesias –nada menos que vicepresidente del Gobierno, miembro de la comisión a la que informa el CNI y desde ayer responsable de la coordinación de Servicios Sociales– dejara que su partido, Unidas Podemos, se dedicara en exclusiva a lo que se tiene que dedicar. Era pedir demasiado y este partido, que se dice –y lo es– partido de Gobierno, ha alentado la cacerola para que el Rey Emérito devolviera el dinero que ahora trae en jaque a La Zarzuela, a la sanidad pública. Quien se crea que el objetivo último era este, peca de una ingenuidad más que llamativa. En la iniciativa no estuvieron solos: Rufián, portavoz de ERC, lo arengó en el Congreso de Diputados en donde, por primera vez, se ha escuchado al líder de la Oposición decir alPresidente del Gobierno que no está solo. Sánchez ni le miró.
Y tiene razón Pablo Casado. El Presidente no está solo. Y no lo está porque sus compañeros de viaje; es decir, de investidura y excepción hecha de Aitor Esteban, no entienden de contención, que, dadas las circunstancias, es más que quedarse en casa.
Rufián e Iglesias –este en diferido– no han perdido la ocasión para hacer valer sus propósitos que no es saber la verdad, sino llevarse por delante la Corona, ahora representada por Felipe VI. Era demasiado pedir que aparcaran sus eslóganes, que contribuyeran a la unidad, que aportaran serenidad a una sociedad unida por los merecidos aplausos al personal sanitario que trata de salvar vidas aún a costa de las suyas propias.
La capacidad de desdoblamiento de Iglesias como vicepresidente y como responsable de Unidas Podemos provoca asombro. Dice que el Gobierno respeta la libertad de expresión. ¿Qué diría si los seguidores de “las tres derechas” se manifestaran delante de su ministerio? ¿Qué habrían dicho si Pablo Casado no hubiera hecho el discurso que hizo?. No es necesaria descripción alguna. Personalmente hubiera criticado ambas cosas: manifestación y discurso.
No está solo el presidente, efectivamente, pero sus compañías más cercanas están a años luz de entender, de verdad, la situación, de lo que es el Estado. Si a esto añadimos el ya cansino discurso de lo “publico” en claro detrimento y desprecio de lo “privado”, el asunto es para nota. ¿No son empresas privadas las que suministran alimentos? ¿Son las personas que trabajan en los supermercados, funcionarios del Estado? ¿No saben que muchísimos médicos que ejercen en la pública tienen también su consulta privada? Muchos las han cerrado para volcarse en lo público que, por supuesto, siempre debe estar preservado sobre todo pensando en los más débiles, en los que menos recursos tienen. Rastreen en las redes y verán a Juan Carlos Monedero en un céntrico hospital privado de una céntrica calle madrileña. De voluntario no iba, eso seguro.
En un momento de extrema dureza para España y para todos nosotros, en el que se nos pide el confinamiento, en el que la contención, también verbal, tiene un efecto preventivo, curativo y balsámico, era esperar demasiado que el Vicepresidente del Gobierno , fuera solo –que no es poco– Vicepresidente. Su número uno, Pedro Sánchez, debería, como poco, reflexionar.