uando en un gesto inesperado e inusual Pedro Sánchez acudió hace un par de semanas a la Puerta del Sol para reunirse con Isabel Ayuso so pretexto de buscar un acuerdo sobre la preocupante situación epidemiológica de Madrid, muy probablemente ya tenía tomada la decisión de confinar la ciudad. El encuentro, por tanto, era en verdad sólo una simulación para imponer días más tarde el cierre, en una arriesgada decisión a caballo entre lo político y sanitario.
Para ello, el Gobierno le hizo a la presidente madrileña un “traje a la medida” al situar, sin justificar ni argumentar, en los quinientos contagios por cada cien mil habitantes el tope del llamado cierre perimetral, lo que singularmente afectaba a la capital y a once grandes poblaciones de la referida comunidad autónoma.
De repente, aquello que en Sol había terminado con el respaldo del propio Sánchez a las medidas en curso de la Comunidad, saltó en cuarenta y ocho horas por los aires y a Moncloa le resultó insuficiente, sin que de nuevo ésta explicara el motivo del cambio de enjuiciamiento y cuáles deberían ser en su caso las nuevas disposiciones.
Según el Ministerio, las medidas “recomendadas” son de “obligado cumplimiento”, criterio que no comparte el Gobierno regional, que ha presentado ante el correspondiente recurso jurídico. Entiende que la imposición de una serie de medidas restrictivas de actividades económicas y libertades personales es más propia de un estado de alarma que de una mera resolución de la Secretaría de Estado de Sanidad, que es lo que en realidad ha publicado el BOE en base a un mero acuerdo por mayoría de una Conferencia sectorial.
Conociendo al personaje, a más de uno –no muchos, en verdad- la reunión Sánchez / Ayuso les pareció una jugada sucia; un montaje para un plan posterior: el que late en el fondo de esta ya larga controversia y que no es otro que tumbar el Gobierno de la presidente regional y hacerse políticamente con Madrid. El tiempo no va desmintiendo conjeturas, sino todo lo contrario.
Sabida es la desvergüenza con que el presidente de la nación juega en beneficio propio y del partido, con instituciones y personas. Desde el minuto uno de la pandemia ha sido una constante: salvarse y afianzarse él mismo; derivar responsabilidades; minimizar desgracias, como el número de muertos; ocultar en base a qué criterios técnicos toma las decisiones.
Y aunque pasó en su momento un tanto desapercibido, significativo puede ser al respecto el preámbulo de la sexta prórroga del estado de alarma, según el cual ésta habría de ser “la última”. Como desde el punto de vista técnico-sanitario ello era en aquel momento algo imposible de pronosticar, hubo que concluir que se trataba no tanto de un desliz cuanto de una decisión política ya tomada con anterioridad. Y en eso Sánchez, su Gobierno y su partido siguen estando: la conveniencia política por encima de otras consideraciones.