el envejecimiento avanza imparable. Con un índice del 125,79 por ciento ha llegado en España a su valor máximo. O lo que es lo mismo: ya se contabilizan 125 mayores de 64 años por cada cien menores de 16, lo que significa un 2,44 por ciento de incremento sobre el año pasado y el mayor registrado en la serie histórica desde 2014.
Se trata de datos aportados hace escasas fechas por el Instituto Nacional de Estadística en sus indicadores de estructura de población. Contrastan notablemente con los correspondientes a finales del siglo XX, cuando nuestro país era aún joven y el índice de envejecimiento se situaba, por ejemplo en 1985, en el 46,74 por ciento (46 mayores de 64 años por cada cien menores de 16). Eran aquellos unos años con una sociedad en plena expansión y gran potencial de crecimiento económico y laboral.
Es, sin embargo, a partir del 2000 cuando España comienza a presentar una mayor proporción de personas senior que de jóvenes y, por tanto, a ser una sociedad envejecida. En otras palabras: es a partir del nuevo milenio cuando el país presenta un índice de envejecimiento superior al 100 por ciento y que a velocidad aumenta cada año.
Por comunidades autónomas, Asturias vuelve a liderar este ranking, con un índice del 224,58. La siguen nuestra Galicia con 202,27 y Castilla y León con 201,09. Estas tres comunidades ya presentan más del doble de población mayor de 64 años que menor de 16. Valencia y Navarra rondan la media nacional, mientras que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y la comunidad de Murcia son los únicos territorios que resisten aún por debajo del cien por cien.
¿Por qué así el envejecimiento crece de forma desbocada? Fundamentalmente por la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. En concreto, la primera sigue hundiéndose: el año pasado se situaba en los 7,6 nacimientos por cada mil habitantes; es decir, el registro más bajo desde 1941 cuando España atravesaba una durísima postguerra. Por su parte, la segunda alcanzaba los 83,2 años. Máximo histórico.
En este contexto, la Fundación Adecco ha reabierto el debate sobre el llamado talento senior como alternativa para el futuro. Y es que, a juicio de esta organización de recursos humanos, ante cifras de envejecimiento de tal magnitud no es de recibo que un 40 por ciento de las candidaturas de mayores de 55 años sigan siendo descartadas de los procesos de selección de personal.
Las políticas de discriminación positiva –añade– basadas en bonificaciones han demostrado su ineficacia si no van acompañadas de otras estrategias que impulsen un cambio de mentalidad y revaloricen el caudal de capacidades y experiencia de tal segmento de población.
Las políticas activas de empleo, por su parte, resultarán clave para actualizar competencias y poder así competir con garantías en el mercado laboral.