Si, como dijo Buda, “somos lo que sabemos”, no puede extrañarnos que todos los líderes religiosos, políticos y sociales se esfuercen en conseguir adeptos tratando de inculcar en sus mentes no como deben pensar, sino lo que tienen que pensar.
Esa manera de inculcar lo que se tiene que pensar es la característica principal del adoctrinamiento. Este consiste en sustituir el juicio propio, es decir, lo que piensa cada uno, por los prejuicios doctrinales e ideológicos del pensamiento único, que, como indiscutible, se trata de imponer.
El adoctrinamiento es contrario a la idea socrática de enseñar. En efecto, Sócrates, pese a ser el hombre más sabio de Atenas, reconocía humildemente que “no puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar”. Obsérvese que dice “hacerles pensar”, no lo que tienen que pensar.
En la anterior idea reside la autonomía del pensamiento y la capacidad humana de pensar y discurrir por uno mismo, sin depender de lo que los demás quieran que pensemos.
Si somos lo que sabemos, es lógico que nos esforcemos por saber cada vez más, siendo conscientes de que, como dijo Newton, “lo que sabemos es una gota de agua y lo que ignoramos, el océano”.
Es cierto que el conocimiento se transmite, pero la sabiduría no, y, como también se dice, el conocimiento habla y la sabiduría escucha.
Eso explica que el afán natural de saber, propio y exclusivo del ser humano, sea además y muy principalmente, la facultad que nos hace ser libres.
Es evidente que cuanto más sabemos, menos dependemos de lo que saben los demás, permitiéndonos ser más libres e independientes. El propio Unamuno afirmaba que “solo el que sabe es libre y más libre el que más sabe”.
Ya que saber nos hace libres y la ignorancia es mucho mayor que la sabiduría, tiene razón Pascal cuando afirma que “vale más saber alguna cosa de todo que saberlo todo de alguna cosa” y también Descartes, al reconocer que “daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro”.
Admitiendo que el conocimiento es la principal manera de conseguir la libertad, el filósofo y sociólogo francés Michel Foucault dice que “el saber es el único espacio de libertad del ser”.
Finalmente, el filósofo estoico Marco Aurelio afirma que “nuestra vida es lo que nuestros pensamientos crean”, no dice lo que nuestros pensamientos creen. Esto es darle la primacía al pensamiento libre sobre el adoctrinamiento.