la equidistancia o igualdad de distancia entre varios puntos u objetos, según el diccionario de la Lengua, es una definición correcta en el campo de las matemáticas y de la geometría; pero, aplicada a la vida social y política, equivale a falta de criterio o “ausencia de compromiso”.
En efecto, en el ánimo del equidistante está su deseo de “no comprometerse”; de mantenerse al margen o “en tierra de nadie” y, lo que es peor, mostrase indiferente ante lo que pase y sus consecuencias.
Esa actitud de “no beligerancia” se refleja muy gráficamente en la frase atribuida a los gallegos cuando, dirigiéndose a su interlocutor le dice, “por un lado tú ya sabes y por otro qué quieres que te diga”.
La equidistancia no debe confundirse con la doctrina del justo medio, pues en ésta se opta por una solución intermedia que incluya y supere a las otras dos. Sería, lo que en la dialéctica hegeliana, es la “síntesis”.
Equidistancia se nutre del pasotismo, la indiferencia y el deseo de que sean otros “los que nos saquen las castañas del fuego”; pero a esa actitud de cobardía puede añadirse también el peligro de que se le esté dando el mismo valor a las dos opciones contradictorias. Esto equivaldría a defender, como posible, la mezcla del agua con el fuego.
Además, la equidistancia se opone al principio de contradicción, según el cual, una cosa no puede ser, a la vez, la misma y su contraria. Este es un principio de pura lógica, sin ingrediente alguno ético o valorativo. Contiene un axioma, cuya evidencia se desprende de su sola enunciación, sin necesidad de interpretación alguna.
Si en la vida social y política se renuncia a asumir compromisos y se confía en el “buenismo” o deseo de contentar a todos, no sólo siempre se defrauda a alguno sino que, además, se demuestra la falta de convicciones propias o se piensa, como decía el poeta, que “se hace camino al andar”.
Pero en política el camino no debe ni puede hacerse al andar; tiene que estar previamente previsto y elegido; sin improvisaciones ni vaivenes, pues saber el camino y a dónde conduce es primordial para no dar pasos en falso y poder continuar.
Es sabido que no hay camino sin riesgo; pero en política es tan importante el camino como el destino y si, para alcanzar éste, el camino elegido no es el más adecuado, rectificar a tiempo es evitar riesgos y compromisos tan innecesarios como inútiles.
En definitiva, no asumir compromisos y actuar como “si todo nos diera igual”, es como un barco a la deriva, sin rumbo fijo ni puerto seguro al que arribar.