A Coruña afronta graves problemas derivados de una crisis sistémica de la que parece no poder desprenderse. A dificultades tan serias como la falta de oportunidades laborales, la destrucción de empresas o la caída de la inversión pública y privada, se suman otras ya estructurales, como un envejecimiento demográfico acelerado o la ausencia de un parque de vivienda asequible.
La ciudad se está vaciando de jóvenes preparados y la velocidad de los cambios en el mercado de trabajo no anuncia nada bueno a las que no se preparen para el futuro. Últimamente A Coruña destaca por colgar pancartas y soltar soflamas, pero olvidó poner en marcha proyectos que generen ilusión, desde el realismo.
El Gobierno local está anclado en prácticas de otro tiempo teñidas de modernidad. Con su llegada anunciaron que todo sería diferente, que se abriría el cielo y resplandecería el sol. Han pasado casi 3 años y ese discurso ya no se lo creen ni ellos. Cambios sí hubo, pero a peor y mira que era difícil después del solar que dejó el PP. Nunca más triste estuvo A Coruña. Ya lo anticipó el alcalde en una conferencia al inicio de mandato, veía a la ciudad como el Prestige, solo le faltó apostillarse Mangouras. Se cuestiona de manera creciente el modelo de ciudad que estamos padeciendo, ausente de un proyecto que, centrándose en lo importante, neutralice las debilidades identificadas. No hay peor gobernante que el que niega la evidencia y parchea los problemas de fondo con soluciones cortoplacistas que solo buscan el efectismo mediático, sin ejercer autocrítica sobre los errores cometidos. Aquel que dice tener luces largas y más parece un iluminado que no sabe hacia dónde va.
A Coruña necesita una estrategia, aderezada de un cambio de actitud. Cada vez somos más vulnerables a lo que viene y el resto de ciudades sí se están pertrechando para afrontar el futuro. Se dotan de infraestructuras y equipamientos; Potencian sectores en los que tienen ventajas competitivas; Desarrollan innovación económica y social, apoyando la creatividad, el conocimiento y el talento; Trabajan en red, pero no solo con los suyos; Alcanzan acuerdos con otras administraciones e instituciones por el bien de sus vecinos; Refuerzan su tercer sector y la sociedad civil a la que da soporte, creando ciudad. Nada de esto lo hacemos aquí.
No somos la única ciudad del mundo que atraviesa un proceso de declive, pero sí de las pocas que carecen de proyecto que las ayude a salir. Tras siete años vamos a peor cada mes. A Marea ya parece darle todo igual. Niegan la evidencia y lo retuitean contentando a los afines ¿Que firman ante notario en escritura pública, en nombre de la ciudad, la compra de una oficina como si fuera un piso que tiene menos metros de los requeridos? Pues nada, dicen que es una interpretación laxa de los técnicos y se quedan tan tranquilos vendiendo una cruzada contra ellos. Justo lo que tantas veces criticaron. Olé tus narices pensarán en Barna. Con lo fácil que sería rectificar por ética y estética y salvar la dignidad de la ciudad ¡Menos mal que les aprobamos los presupuestos! No quiero ni imaginarme, ante el panorama actual, su disculpa del “no nos dejaron hacer”.