Ignoro quién fue el inventor primero del concepto “nueva normalidad” pero pasado ya un tiempo, hay que reconocer que acertó de lleno. Después de unas semanas desbocadas porque han sido demasiados los que creyeron que el virus o bien se había ido, o que no iba con ellos porque se siente jóvenes y vigorosos, la realidad, esa nueva normalidad, se ha instalado y de qué manera. Ahora son millones de familias españolas que se enfrentan al vértigo de ver cómo sus hijos van a comenzar el curso escolar.Atrás quedaron las compras alegres y divertidas de rotuladores y cuadernos, de la prueba de uniformes y del alivio que suponía que los más pequeños volvieran a las aulas a las que, en su inmensa mayoría , volvían alegres y confiados. El reencuentro con los amigos es para los niños --y para los no niños-- una inyección de entusiasmo.
Días después de que la inmensa mayoría de comunidades autónomas hubieran diseñado sus respectivos planes para la vuelta a las aulas, se celebró una apresurada reunión interterritorial cuyo borrador de trabajo fue conocido por los asistentes apenas unas horas antes, en plena noche. No cabe decir que después de horas de debate se haya inventado la pólvora. Quizás no sea posible, pero reiterar algo tan sabido como el uso de mascarillas, lavado de manos, burbujas de convivencia, etc* no parece que a estas alturas supongan novedad alguna ni nada que no estuviera previsto en los distintos territorios de España.
En cualquier caso y más allá de contenido concreto de los mínimos aceptados por todas las autonomías salvo la vasca que ha optado por la abstención, el acuerdo en sí mismo ya merece la pena. Al Gobierno vasco no le ha gustado que para cerrar un centro haya que comunicarlo previamente al ministerio de Sanidad....
Y es ahora cuando llega la hora de la verdad. Cuando en cuestión de días se abran los centros escolares y haya que poner en marcha no sólo los ratios por aula, sino organizar el transporte escolar del que se ha hablado muy poco pero que es un punto esencial, así como las entradas y salidas de alumnos.
Es verdad y eso hay que aceptarlo sin entrar en críticas absurdas y muchas veces injustas a las autoridades sean autonómicas o estatales. La nueva normalidad, que es en lo que estamos, tiene estas cosas: no existe el riesgo cero y un país, por fuerte que sea, puede afrontar muchas calamidades. España ha soportado terribles ataques terroristas, crisis económicas, desajustes institucionales, pero ni España ni ningún país del mundo está en condiciones de afrontar con éxito absoluto la terrible desgracia que supone el covid-19. Y es que esta pandemia es una desgracia de dimensiones que aúnno hemos podido evaluar de manera definitiva. No sabemos a ciencia cierta cuántos muertos ha habido, ni cuántos contagiados hay ni cual va a ser el alcance real de la crisis económica. Lo único que tenemos seguro es que nuestras vidas han cambiado y en este cambio el uso de la mascarilla es pura anécdota. El cambio es tan sustancial y tan útil que nos obliga a renunciar incluso a realizar planes que hace apenas unos meses, por lo menos, nos atrevíamos a imaginar aunque luego no los lleváramos a cabo.
Ahora ni eso. Desde luego se impone el cuidado a los mayores pero en estas fechas se impone, con especial ahínco, procurar que nuestros menores sean los más felices posible, que vayan a clase sin más temor a no encontrarse con el amigo del alma porque le han cambiado de aula. Niños felices son garantía de hombres y mujeres buenos por eso y aunque tengamos miedo habrá que decir con entusiasmo, ¡¡¡niños, al cole¡¡¡¡