Es evidente que los últimos atentados terroristas de Cataluña, organizados por una célula yihadista integrada por más de 10 miembros y cometidos en Barcelona y Cambrils los pasados días 17 y 18, han puesto de manifiesto, una vez más, que sin una información previa de lo que preparaban y estaban dispuestos a realizar los miembros de dicho comando, era difícil, por no decir imposible, evitar o impedir lo sucedido.
Todas las cábalas, hipótesis o análisis que puedan hacerse sobre el terrorismo quiebran cuando falla la información previa, falta la investigación oportuna y necesaria o se desconoce y no averigua de antemano, toda actividad, contactos, movimientos y adoctrinamiento de los presuntos o sospechosos terroristas.
Precisamente, por no conocer los actos preparatorios de los terroristas de Cataluña, en su realización, desarrollo y actuación posterior, se han producido lagunas e incógnitas que, además de alarmantes, son dignas de preocupación.
Como muestra de lo anterior, baste citar la observación de Jesús Núñez, miembro directivo del Instituto de Estudios sobre conflictos y acción humanitaria, al reconocer que “asombra que 12 individuos se organizaran para atentar y nadie se diera cuenta”, lo que “es un fallo en términos de prevención”.
También es de señalar que, el Gobierno central cedió, torpemente, el protagonismo posterior a los atentados, es decir, el esclarecimiento de los hechos, la identificación de sus autores y la desarticulación del comando a la Generalitat de Cataluña, lo que supuso cierta abdicación del Estado ante el soberanismo catalán, al no intervenir la policía científica ni ninguna de las unidades especiales antiterroristas de la Policía Nacional y Guardia Civil, así como otros órganos de investigación e inteligencia de ámbito nacional, lo que daba la idea de que los hechos se habían producido en un país extranjero y no en el territorio español.
Reconocer la dificultad de abortar un acto terrorista por falta de información previa, no excusa las deficiencias observadas en su esclarecimiento y posteriores consecuencias. Hay que reconocer que no se trataba de un acto aislado cometido por un fanático solitario, sino de una célula de más de de 10 miembros que durante más de 6 meses vino preparando los atentados y que sólo el accidente ocurrido un día antes, con la explosión en la casa de Alcanar, precipitó la actuación de los terroristas. Tampoco es explicable que los terroristas almacenasen en la casa de Alcanar material explosivo, más de 100 bombonas de butano y 100 litros de acetona, sin despertar la más mínima sospecha sobre su actuación.
Desde el punto de vista político, es ingenuo pensar que la condolencia compartida en el homenaje y recuerdo a las víctimas, fuese a tener reflejo en un mayor entendimiento político entre el Gobierno y la Comunidad autónoma, que persiste y no renuncia a su proceso soberanista.