Fue alrededor de las ocho de la mañana cuando los trabajadores acudieron a abrir las tiendas y descubrieron que muchas de ellas habían sufrido una inundación: las fuertes lluvias caídas durante toda la noche se habían confabulado con la marea alta y un atasco en el colector de San Roque para provocar que el agua se filtrara por sótanos y aparcamientos. Bomberos empezó a recibir llamadas casi inmediatamente solicitando achiques, pero la avería provocaba que toda el agua que expulsaban hacia el alcantarillado regresara de nuevo a los sótanos. No fue hasta pasadas las once de la mañana que se pudo solucionar el problema.
Las consecuencias de la avería, en cambio, se dejaron sentir durante bastante más tiempo. Los bomberos trabajaron en la tienda de la firma de ropa que se encuentra justo frente al Obelisco más que en cualquier otro lugar, puesto que su sótano no dispone de bombas propias de achique, y la cantidad de agua acumulada era importante. Tras una primera visita pasadas las diez de al mañana, regresaron dos horas después y comenzó en serio el achique, que se prolongó hasta media tarde, lo que daba fe del gran volumen de agua que se había acumulado.
Los bomberos trabajaron durante horas en las labores de achique en los puntos
más facetados
El problema podía no haber sido tan grave, pero
la avería coincidió con la subida de la marea. El océano impidió que las cañerías pudieran desaguar con suficiente rapidez y acumularon todo el líquido que acabó filtrándose en los sótanos de los edificios adyacentes.
Fallo eléctrico
En las red que cubre las calles Alameda y San Andrés se registró un fallo eléctrico debido a la inundación, lo que había dejado varios edificios a oscuras.
Fue a las 09.24 horas cuando se produjo el apagón, provocado cuando el agua alcanzó el transformador, dejando a unos 80 clientes sin servicio hasta las siete de la tarde y, quizá lo peor de todo, inutilizando las bombas de achique que son eléctricas, con lo que el agua se acumuló.
El agua afectó también a un transformador, dejando sin electricidad a toda una manzana
Uno de los afectados, el librero Javier Arenas, explicó el estado en el que se había encontrado el local. “Los libros y el agua no se llevan bien”, resumió. Se había acumulado un centímetro y medio de líquido, lo suficiente para estropear los libros almacenados en cajas en el suelo. Además, varios expositores de cartón se reblandecieron y, al caer, arrojaron los libros sobre el agua.
Por si fuera poco, los numerosos locales de hostelería que se encuentran en la zona no pudieron trabajar al no contar con luz eléctrica, sin la que no era posible operar las máquinas de café, o los refrigeradores. Un problema que duró casi todo el día.